Este un pequeño espacio que busca ser una herramienta alternativa para la autonomía (auto-educación y auto-aprendizaje) tanto en el espíritu individual, como colectivo; y a si fomentar el pensamiento crítico, creativo, rebelde y libertario. También impulsa una ética horizontal, es decir, entre iguales; la racionalización de individuos (Pensamiento por sí mismo, pensamiento en el lugar del otro y ser consecuente) igualmente esto va contra toda discriminación y promueve la creación de cultura.

viernes, 24 de junio de 2011

Memories of Freedom/ Recuerdos de la Libertad Rod Coronado


 1. NI UN SOLO PRISIONERO

Una noche sentados alrededor del fuego, algunos de nosotros, guerreros del Frente de Liberación Animal, decidimos que era el momento de decir unas cuantas palabras acerca de nuestras acciones, ya que continuamente éramos etiquetados por aquellos fuera de nuestro círculo como cualquier cosa excepto lo que éramos: ¿terroristas, extre- mistas, fanáticos, doctores, abogados? “Animal Right Activists” (Activistas por la Liberación Animal). Probablemente habría habido alguna célula que se hubiese identifi- cado con alguna de esas descripciones, pero nosotros no. Mientras hubiese poca gente que leyese nuestros comunicados, aparte de los medios de comunicación, sólo unos pocos entenderían que nuestras preocupaciones se encuentran detrás del abuso animal. Nuestro perspectiva ve desde, desde su raíz, el abuso animal como uno de los síntomas de otros muchos males. Ese mal también nos conduce al racismo, al sexismo, al milita- rismo, a la destrucción medioambiental, al alcoholismo, al abuso de las drogas, a la vio- lencia doméstica, a la dominación del hombre sobre la mujer y hacia otras malas actitu- des manifiestas en la naturaleza, sólo por nombrar unas cuantas. ¿Qué ha hecho que nos encontremos plagados de todos esos males si el mundo que nos dieron podría ser un sitio tan maravilloso? Eso no es lo que queremos debatir. Nosotros somos guerreros, no filósofos. Por lo que quiera que sea, podemos ver cómo ese mal se desliza lentamente entre nuestras luchas y hace que tengamos ganas de llorar. Rumores, murmuros, egos hinchados que intentan hacerse un hueco, que intentan conseguir fondos para hacerse “respetables”, lo hemos visto todos y esto es lo que está llevando a nuestras luchas hacia una autodestrucción, justo cuando el catalizador para el cambio verdadero comienza a hacerse real. Ahora estamos lejos de ser perfectos, nos hemos hecho daño a nosotros mismos, hemos cometido nuestros errores, pero desde este lugar también estamos lejos de dejarlo todo. No queremos ver a otras personas cometiendo los mismos errores que nosotros hemos cometido, una vez más. 


Esta es la historia. La historia de un puñado de gente que se preocupó lo suficiente como para arriesgar su vida y su libertad por aque- llo en lo que cree. Por la Tierra y por los prisioneros de la guerra sobre la naturaleza. No ha sido sin un coste a cambio. A pesar de que hoy estamos todos aquí, uno de nosotros está sentado en una celda de pocos metros en la Prisión Federal para los siguientes cua- tro años. Él no es el primero, y probablemente no será el último. En esta historia hay muchos capítulos. Aquí te contamos uno. El resto es cosa tuya. Nosotros estamos aquí para contarte nuestros momentos de victoria y derrota. Nuestros momentos de tremen- do gozo por estar vivos en este maravilloso Planeta Tierra por cuya defensa hemos lucha- do con orgullo, y nuestros momentos de desesperación cuando el mundo entero parece volverse en nuestra contra. La mayor parte de esta “película” comenzó antes de que nuestros abuelos hubiesen nacido. 

La historia va sobre un espíritu. El espíritu salvaje y el espíritu de libertad que rechaza ser domesticado. La historia habla de aquella lucha que comenzó mucho antes de que alguien hubiese nombrado el término “Animal Rights”. Cuando Earth First! No era un eslógan, sino un modo de vida, y muerte. Se trata de rememorar el pasado y el recuerdo de aquellos de nosotros que elegimos representar a la Madre Tierra y al Mundo Animal, heredar una responsabilidad que otros han esta- do matando, y colocarla antes que nada en nuestras vidas, incluida nuestra propia liber- tad si es necesario. La historia trata sobre una fuerza. No la fuerza hecha por el hombre, sino la fuerza que sólo el espíritu de la Tierra puede darnos. La fuerza que recibimos cuando nos despertamos con el aullido de los coyotes, y con el silbido del viento que se cuela entre los árboles más antiguos. La fuerza que ningún hombre puede darnos y que ningún hombre puede quitarnos. 

La fuerza que nos eleva sobre nuestros enemigos para llegar a convertirnos en el tipo de guerreros que sólo hemos leído en mitos y leyendas. La fuerza que nos está esperando para ser descubierta. Se trata de romper las cadenas que nos atan y comenzar con el primer día de escuela, el primer día de trabajo. Esas cadenas que nos van atando poco a poco hasta que estamos preparados para ser consi- derados adultos responsables; pero es porque hemos olvidado cómo manejar esas cade- nas, cómo ser libres, cómo vivir en harmonía con la vida, con los de cuatro patas, con los de alas y con el resto de animales, como hermanos y hermanas.
Enfrentémonos a ello, muchos de nosotros tenemos miedo. Miedo de equivocarnos. Miedo de estar solos. Miedo de pasar años en la cárcel. Miedo de ser disparados o inci- nerados, como adultos de 60 años y niños de 24 en Waco (Texas) a manos sangrientas del gobierno de EEUU. El temor es la mejor arma de nuestro enemigo, porque en lugar de colocar a un oficial de policía en cada casa ya tenemos preparadas para ser emitidas unas cuidadas y estudiadas imágenes de los periódicos y de las televisiones. Las puertas de acero en las celdas de prisión que dan fuertes portazos, porrazos de la policía con bates de nazi, “terroristas” que son dirigidos con sus trajes naranjas y sus cadenas, imá- genes que hacen que nuestro temor nos haga sentir vivos y fuertes.

En las Llanuras Indianas tienen un dicho que gritaban cuando iban a la batalla “Hoka Hey!” It is a good day to die! (es un buen día para morir). Para nosotros eso sig- nificaría haber alcanzado el más común de los miedos, el miedo a la muerte. Desatados de sus miedos a morir, se lanzarían directos hacia la batalla contra la gente que tuviese mucho miedo a la muerte y, como resultado, aquellos guerreros vencieron la única vic- toria en la que la rendición incondicional era firmada por el gobierno de EEUU, lo que en la historia fue la Red Clouds War (guerra de las Nubes Rojas) en 1860. Muchos de nosotros preferiríamos morir antes que vivir en un mundo sin naturaleza ni animales, aquellos valientes guerreros superaron sus miedos a la prisión y a la muerte porque sabían que el poder de la Tierra era muy real. No sólo una creencia, sino también una realidad. Mucho más real que cualquier cosa que el gobierno de EEUU había ofrecido. Una realidad en la que todos los animales eran mensajeros y toda montaña era una cate- dral. Las historias que leemos sobre aquellas tribus y su relación con la Tierra, los Animales y sus espíritus no eran mitos o folclore, eran y son reales. Lo suficientemente reales como para dirigir al ser humano a sacrificarlo todo en el mundo con la esperanza de que las futuras generaciones compartan ese mismo poder que permanece dentro de cada ser viviente y vuela a través de toda creación salvaje. Por la esperanza de que vosotros, los hijos de la Tierra, hagáis reaccionar a los gritos que se escuchan de nuestra Tierra y de sus animales torturados. Hace alrededor de cien años desde     que     los    verdaderos Guerreros de la Tierra dieron sus idas por el Espíritu de la Tierra y los Animales en este continente. Durante todos estos años, los espíitus de resistencia han vuelto a nacer, siempre para ser rechazados a través de la prisión, disparos, mentiras y engaños. Ahora es tu turno. Te des cuenta o no, el espíritu de todos aquellos guerreros desapare- cidos te está viendo. Está viendo si vas a redescubrir esa fuerza que los Animales y la Tierra pueden darnos. Esa fuerza que rompe cadenas y despierta nuestro espíritu para actuar, esa fuerza que tú probablemente representas y que es la última esperanza para este planeta al que llamamos hogar.

Existen aquellos que pueden ver los horrores de la vivisección y de las granjas de pie- les. El petróleo que cubre las costas y los claros cortes en las laderas de las montañas, y que anda con paso fuerte hacia los sucios grupos reformisas, que hacen peticiones, car- tas y protestas. Esta película no es para ellos. Esta película es para todo hombre y mujer joven que haya llorado por la sangre de la Tierra, levantada en estado de shock, con la boca abierta por las heridas y la crueldad que algunos pueden causar sobre la tranquili- dad de nuestros hermanos los Animales. Para todo aquel que alguna vez se ha sentido impotente contra un enemigo cien veces mayor.

Para todos aquellos que no pueden vivir con el dolor de saber que todas las mañanas las luces del laboratorio se encienden, que las máquinas son afiladas y engrasadas, que las granjas se transforman en cámaras de gas y la matanza continúa. Esto es para tí, para que nunca más vuelvas a sentirte sólo, para que veas que, aunque nunca logremos la vic- toria total en nuestras vidas, a veces la victoria y la libertada la encontramos simple- mente luchando, rompiendo nuestras propias cadenas antes de que podamos romper las cadenas de los demás.

Para tí nosotros hablamos en alto, y te contamos la historia de lo que un puñado de guerreros puede hacer, lo que un puñado de guerreros debe hacer. Un puñado de gente como tú. Pero a principios de 1990 mucha gente en el movimiento de Liberación Animal estaba demasiado ocupada difundiendo sus objetivos y consiguiendo la aceptación del público para concentrarse y acabar con ello, con una industria que lentamente recobra- ba su fuerza. Era el momento de hacer algo. Muchos antiguos activistas del ALF eran intimidados o elegían una retirada temprana debido a los miedos inspirados por fanáti- cas investigaciones del FBI y del ATF, o estaban muy ocupados dedicándose a otras for- mas de activismo. Afortunadamente otros no estaban dispuestos a dejarse vencer por esos miedos y sintieron que era el momento de resucitar la Western Unit Wildlife del ALF. La industria peletera consistía en menos de 660 granjas y sus centros de investiga- ción lo componían menos de diez instituciones. La época de asesinato de 1990 sería la última que los granjeros de pieles experimentarían con tranquilidad.

2. EL MOVIMIENTO ECOLOGISTA RADICAL EN AMÉRICA

Durante los años 80, muchas cosas estaban pasando alrededor de los antes calmados movimientos ecologistas y por la liberación animal. Estos movimientos habían comen- zado a actuar con una variedad de tácticas, desde las peticiones, los boicots, las presio- nes políticas, las campañas de concienciación social y, en el otro extremo, las protestas y la desobediencia civil. La era Reagan trajo muy pocas victorias en la lucha por prote- ger a la naturaleza y a los animales, a pesar de que estos temas habían generado más correo a Washingon D.C. Que cualquier otro tema, incluida la guerra de Vietnam. Las políticas violentas del departamento de Interior de James Watt, perjudiciales para la naturaleza, fueron algunos de los catalizadores que provocaron el crecimiento de Earth First! Y de la frase “No Compromise In Defense of Mother Earth!” Durante la primera época, había surgido una resistencia organizada con casi cien años de antigüedad en defensa de la Tierra y de la Vida Salvaje. A raíz de un fuerte “crack” por la construcción de la presa del Cañón de Glen, que domesticaba al río salvaje Colorado, la gente de Earth First! Se declaró como los guerreros de la era actual en el movimiento ecologista. Una de las primeras acciones de Earth First fue el levantamiento del monumento a Victorio, líder de los Apache Mimbes que en tiempos atacó campos y operaciones mineras en su lucha por liberar a su tierra y a su gente. A pesar de estas controversias en el moderno Oeste, lo mejor estaba todavía por llegar. Una de las tácticas más efectivas resucitadas de la resistencia indígena era la de monkey wrenching, algo sobre lo que Earth First! expuso y defendió abiertamente, y que consistía en la destrucción del equipo y la maqui- naria empleada para arrasar la tierra y sus lugares salvajes. En las zonas de explotación de la madera colocaban vigas con largos pinchos cerca de los árboles, con la intención de impedir que las sierras los cortasen. Las máquinas excavadoras eran el objetivo del sabo- taje mecánico, al igual que lo eran otras piezas de maquinaria pesada. En los caminos cuyo hábitat peligraba, esta gente colocaba vigas con pinchos metálicos con el fin de pin- char las ruedas de los vehículos de obras que rondaban el lugar. Las vallas comenzaron a derribarse por la zona del Oeste y las casetas de peritaje eran eliminadas de los cami- nos y de la zona de explotación.De repente, cuando las protestas legítimas fracasaron en su intento de proteger a la tierra salvaje, los activistas no tardaron en sentir impotencia al escuchar cerca excavadoras y otra maquinaria.

Los monkeywrenchers (destructores de equipos) comenzaron a atravesar de nuevo el Oeste, dejando en el camino minas y máquinas incineradas y saboteadas, así como vigas llenas de pinchos. El margen de beneficio del negocio de la destrucción de la tierra había disminuido debido al sabotaje, al igual que les había ocurrido a los especuladores, los investigadores y los constructores de carreteras. Todo ello se tradujo en un aumento de la seguridad y del precio de las pólizas aseguradoras, lo que suponía a su vez una dismi- nución del margen de beneficios de los violadores de la tierra. “Eco-Defense: A Field Guide To Monkeywrenching” (Eco- Defensa: una Guia de Campo para destruir la maqui- naria) de Dave Foreman se convirtió en la biblia para aquellos guerreros de la tierra decepcionados por la falta de efectividad de las protestas legítimas. Esta guía también supuso el “cómo hacer” para llegar a convertirse en un saboteador. En el Oeste, donde el Earth First! Y los monkeywrenchers eran lo más frecuente, así como otros activistas que compartían sus sentimientos, comenzaron a comprobar cómo aquellas tácticas podían beneficiar la liberación de animales y su conservación. Aun así, la frustración y la falta de efectividad y de compromiso eran algo común en ambos movimientos. Los guerreros de la Tierra comenzaron a despertar de aquel largo sueño.

3.    EL MOVIMENTO POR LA LIBERACIÓN ANIMAL EN AMÉRICA

Por la misma época en que el Earth First! Y monkeywrenching aparecían en EEUU, l movimiento por la liberación animal en América comenzaba a emplear unas tácticas originarias de Gran Bretaña. Entraban en laboratorios de investigación animal, rescata- ban animales de experimentación y dañaban los equipos que se empleaban para llevar a cabo esos experimentos. Con el nombre adoptado de un grupo operativo clandestino en el Reino Unido desde los años setenta, el Animal Liberation Front (Frente de Liberación Animal) nació en EEUU. En este país son muchos los animales asesinados para comida, pieles, investigaciones y controles de la fauna y la flora, en comparación con otros paí- ses. Después de muchos años de lucha en batallas legales para reducir esta masacre, con pocos o ningún efecto, nació una vía de acción, y los activistas se regocijaban al ver los vídeos de comunicados del ALF en los que aparecían miembros encapuchados derri- bando puertas para entrar en los laboratorios y llevar a los animales hacia la libertad. El ALF trajo un respiro de aire fresco al movimiento reprimido previamente, que rara vez se abalanzaba sobre las instituciones de abuso animal a las que se oponía.

De repente, muchos activistas americanos se encontraban debatiendo sobre los pros y los contras de romper las leyes a favor de los animales. Los principales grupos por la liberación animal comenzaron a sopesar las pérdidas potenciales de beneficios genera- das al apoyar la acción ilegal, así como la consecuente posible pérdida del apoyo públi- co a la liberación animal, un pensamiento que en sí mismo resultaba radical para la mayor parte de la sociedad americana, con las escenas del ALF como una “línea extre- mista”. Mientras unos hacían cábalas sobre las evidentes preguntas de las autoridades de EEUU para hacer leyes de protección, otros tenían pocas dudas de que a lo que el ALF aspiraba era a conseguir unos efectos sobre la industria del abuso animal como nunca antes lo había hecho.

Hasta 1987, el ALF sólo se había involucrado en actividades de liberación animal relacionadas con la destrucción de equipos de investigación que podían conseguirse en los pocos minutos que duraba el asalto. En un ataque a los laboratorios de investigación animal de la Universidad de Pennsylvania, los videos robados por el ALF acerca de la crueldad que causaban los investigadores, filmada por ellos mismos, fueron más tarde empleados para ayudar a cerrar aquel laboratorio.

Otros objetivos del ALF fueron llevados a cabo mediante el corte del flujo de fondos para la investigación. Pero en muchos casos los animales fueron reemplazados, las medi- das de seguridad en los laboratorios de investigación se incrementaron, y los experi- mentos de los vivisectores continuaron, de tal modo que algunas acciones del movi- miento por la liberación animal no podían ser controladas ni predichas. Aunque las libe- raciones del ALF significaban la salvación para los animales rescatados, los activistas del ALF se cuestionaron si la industria de abuso animal estaba siendo afectada lo máximo posible. Si el ALF llevaba la intención de sacar a los explotadores de animales fuera de sus negocios en EEUU, también habría que emplear otras tácticas. Tácticas que golpea- ran el centro de sus fríos corazones, ahí, en el margen de beneficios. Una vez, una vista a través del océano trajo la respuesta.

4.         ¡ESTO ES EL ALF! LOS JÓVENES TOMAN LA PALABRA

A finales de abril, en un cálido atardecer en California, los guerreros del ALF saltaron las vallas del ampus de la Universidad de California en Davis y cambiaron el rostro del movimiento por la iberación animal en América para siempre. A la mañana siguiente, el estado del laboratorio de investigación obre diagnóstico animal serían una ruina en llamas, víctima de un ataque con fuego que no causabó eridos pero sí tres millones de dólares en daños. Pasó alrededor de un año hasta que el laboratorio se   recuperó del ataque y abrió sus puertas de nuevo. Nunca antes el ALF había empleado fuego en EEUU, mientras que en Gran Bretaña era ya una táctica aceptada. Era la primera vez en la historia del  movimiento de liberación animal en EEUU en que un laboratorio de investigación animal era destruido antes de abrir. Las investigaciones federales se apresuraron al lugar de los hechos, y rápidamente el movimiento por la liberación animal se convirtió en objeto de investigación. Los activistas del movimiento no familiarizados con la realización de la acción, que de otra forma nunca podría lograrse en años de activismo legal, fueron rápi- dos en distanciarse del incendio en la Universidad y de otras acciones del ALF y, a su vez, comenzaron a condenar al ALF. Para muchos “defensores de los animales”, su lucha con- sistía en reformar las prácticas crueles, no en abolir las instituciones que perpetuaban la explotación animal comercial. El incendio de UC-Davis (University of California-Davis) fue objeto de muchas discusiones entre los estrategas del ALF. ¿Mantendría el ALF su imagen de Robin Hood llevando los animales hacia la libertad con el apoyo público? O, ¿lanzarían una campaña de intento de sabotaje eco- nómico que causase a los explotadores de animales millones de gastos en caras mejoras de seguridad e incrementase las primas aseguradoras, así como la destrucción máxima de la propiedad? Por entonces el ALF ya era conocido por lanzar pequeños ataques contra peleterías y cadenas de     comida        rápida.

Rompían ventanas con ladrillos y tirachinas, y colocaban sus eslóganes firmando con spray rojo de sangre. Se trataba de una decisión estratégica. El apoyo del público estaba bien, pero, por sí mismo, había salvado pocas vidas animales. Todas aquellas cartas diri- gidas a Washington DC tiradas en la caja de viejos papeles eran prueba de ello. Las industrias de destrucción de la Tierra y abuso animal eran firmemente favorecidas por la estructura política de EEUU, y los políticos nunca aprobarían ni impondrían leyes que les costase el apoyo económico de grandes empresas que les pusiese con los pies en la calle.. La campaña de máxima destrucción y daño a la maquinaria de los explotadores de animales había comenzado, y con ella vino un nuevo elemento del movimiento por la liberación animal nunca antes visto en EEUU.

A menudo las acciones del ALF eran firmadas con las siglas “ALF” en pintura roja, pero en Davies, la “A” circulada, símbolo del anarquismo, estaba vinculado con la “A” de la firma del ALF. Para aquellos que se molestaban en mirar la cuidadosa y controlada cobertura de los medios de las acciones del ALF, esto era una señal de que el ALF no era sólo un grupo “animal”, sino también un frente que se oponía por completo a cualquier sistema que perpetuase el abuso. Después de 1987, los comunicados de prensa de las acciones del ALF trazaban a menudo conexiones entre el abuso animal, la destrucción del medioambiente y la liberación humana. La influencia anarquista sobre el ALF tam- bién era la prueba de que el Animal Liberation Front veía más allá de la fachada del “pri- mer mundo” y de la corrupción encubierta del proceso político de EEUU.

El ALF no sólo se oponía al maltrato animal de la sociedad, sino también a las insti- tuciones que prosperaban gracias al abuso y al control de los humanos, de la degrada- ción medioambiental y del impacto de las prácticas de los primeros negocios que ejer- cían sobre los grupos de pobres indígenas afligidos de todo el mundo, que a su vez pro- veían a América con el engorde de sus tierras. Las líneas entre los derechos de los ani- males y la liberación animal habían sido trazadas rápidamente. El Alf no formaría parte de esa clase media alta, que solía representar a los animales. Las acciones del ALF comenzaron a reflejar la frustración y la opresión de algunos ciudadanos americanos, quienes, al igual que los animales, eran las víctimas de grandes negocios y muchas cosas más. En menos de dos meses, después del incendio de UC-Davis, se creó la Western Wildlife Unit (Unidad de vida salvaje del Oeste), específicamente para tratar con la gue- rra sobre la vida salvaje de América. La primera acción ocurrió en el Memorial Day, en 1987, cuando se liberaron a cerca de doscientos caballos, de nuevo a su tierra natal, a los campos del nordeste de California, de donde habían sido apartados para dejar sitio a los campos de pastos del ganado vacuno. Ya en el Oeste, el ganado ocupada cerca del 70 por ciento de los pastos disponibles, mientras que los caballos salvajes sólo ocupaban el 2 por ciento. Esta situación ya era vista como una competición con los fuertes grupos de presión política que tenían ganado. En una política apoyada por muchos grupos de bienestar ani- mal, los caballos fueron reunidos y dados en adopción. Nunca más vagaron libres por los paisajes americanos, tal y como lo habían hecho durante más de 400 años. Justo des- Tactica muy util de los monkeywrenchers. 

Despuespués de la liberación de los caballos, la Western Wildlife Unit visitó la UC-Davis, esta vez para liberar a tres buitres empleados en estudios venenosos de los programas del Departamento de Control de Animales Dañinos para la Agricultura. Componían el 1080, un veneno empleado generalmente para matar a los pequeños mamíferos y depredado- res que habitaban los pastos de ganado. El año 1987 terminó con el rescate del ALF de cuatro beagles empleados en estudios de la Universidad de California en Irvine sobre los efectos del aire contaminado. Todos esos hechos eran la personificación no sólo de nues- tro trato hacia los animales, sino también de nuestra irresponsabilidad a la hora de pro- tejer el medioambiente.

El puente entre el abuso animal y la destrucción del medioambiente comenzaba a cruzar el agujero que había existido previamente entre los movimientos radicales ecolo- gistas y por la liberación animal. Aparentemente no era un esfuerzo de una sola direc- ción. En 1988, una rama de Earth First! Se hizo responsable de un intento de ataque incendiario a la Asociación de Ganaderos de California en Sacramento, y por la casi total destrucción del depósito de subastas de ganado en Dixon. En 1988 no hubo más accio- nes del ALF ni instancias por parte de Earth First. Durante esa época se inspiraron en los monkeywrenching como nunca se había recordado en EEUU. La lucha continuó con ataques a laboratorios por todo el país, y culminó con el mayor ataque a un laboratorio de investigación animal en EEUU. En abril de 1989, el ALF entró al mismo tiempo en cuatro laboratorios de investigación animal diferentes y en las oficinas de la Universidad de Arizona en Tucson. Destruyó un laboratorio con fuego, lo que causó daños irrepara- bles en discos informáticos. Los departamentos de administración de otras oficinas de investigación animal también fueron atacados con fuego. 

Además, consiguieron rescatar de los laboratorios del campus a 1.200 ratones, ratas, conejos, coballas y ranas, todos ellos destinados a la vivisección. 1989 finalizó no sólo con duras investigaciones a gru- pos de liberación animal por parte de las autoridades federales, sino también con una punzante operación contra Earth First!, acusados de intentar derribar las líneas de elec- tricidad del desierto de Arizona. La punzada reveló que uno de los monkeywrenchers era un agente del FBI que se había infiltrado en el círculo de los guerreros durante dos años. En 1990 las redes de electricidad fueron derribadas durante el Earth Day (Dïa de la Tierra) en Watsonville, CA, con el fin de representar el papel de las plantas de ener- gía, que quemaban carbón y petróleo y ali- mentaban con esos gases a las tierras de la gente indígena, además de emitir dióxido de carbono. Esta acción fue más tarde supues- tamente vinculada al Frente de Liberación Animal. Después del apagón del “Earth Night Action Group’s” (Noche de Acción de los Grupos de la Tierra), los organizadores de Earth First! Fueron las víctimas de un coche bomba, que hirió seriamente a uno de los activistas. El FBI fue rápido en arrestar a las víctimas de la bomba, acusadas de trans- portar explosivos. 

Mientras, ninguna inves- tigación se estaba llevando a cabo en rela- ción con las amenazas de muerte que antes habían recibido los organizadores de Earth First!, supuestamente llevadas a cabo por individuos de la industria de vigas de madera. La verdad es que 1990 vería un crecimiento de las apuestas en defensa de la Madre Tierra y los Animales. Al mismo tiempo que el FBI cazaba a guerreros de la Tierra y de la liberación animal, la gente comenzó a darse cuenta de que eso era una lucha que podía terminar de nuevo con la muerte o el encarcelamiento de sus participantes.

Dentro del ALF comenzaron a aparecer divisiones, no sólo acerca de utilizar fuego sino también en relación con los medios de comunicación y la eutanasia. Tristemente, algunas células del ALF creían en “matar” animales liberados que estaban sanos antes arriesgarse a buscarles hogares seguros (N de T, lo que se hacía, en realidad era liberar en la naturaleza animales que el autor considera que no podían sobrevivir). Estas discu- siones ya habían surgido en medio de acciones del ALF entre los activistas que preferí- an dejar a los animales en lugar de sacarlos cuando las alarmas saltaban o cuando no se podía encontrar hogares para ellos. 

En un ataque del ALF en la Universidad de Oregón en 1986, ocho conejos fueron recuperados por los vivisectores después de haber soltado a los animales en un camino no muy lejos de los laboratorios. 

Comenzó a ser evidente que algunos activistas del ALF estaban más preocupados por la cobertura de los medios y por el conocimiento de las acciones que por las vidas de los animales. En el Día de la Independencia de 1990, el ALF rescató a cien coballas de los Laboratorios Simonsen en California, sólo para que algunos activistas defendiesen el sacar a los animales cuando no había casas para ellos. Esto ocasionó una fuerte ruptura, en el ALF con miembros del ALF pro-vida que se dedicaron durante varias semanas a coger a las coballas y buscarles casa. Entonces, el sector joven del ALF comenzó a ser conocido en las redes del ALF como los “pro-lifers” (pro-vida) debido a su rechazo a “matar” animales sanos rescata- dos de los laboratorios y de las granjas industriales. Este nombre fue dado por los acti- vistas del ALF que generalmente “sacrificaban” a animales sanos rescatados de los labo- ratorios mientras que en sus comunicados reivindicaban que los habían colocado en hogares seguros. Muchos de estos activistas también creían que el fuego era una táctica que costaba el apoyo público y que, sin duda, conducía hacia la represión policial. La Western Wildlife Unit, las células anarquistas y las brigadas jóvenes del ALF argumen- taban que la represión policial era sólo una prueba de que, mediante la acción directa ile- gal, especialmente con fuego, el ALF había comenzado a alimentar con miedo a los explotadores de animales, por no mencionar que el daño era mayor en los laboratorios, las granjas industriales y otras instituciones que el que los ataques de liberación animal nunca habían conseguido. Las voces jóvenes también surgieron y pronunciaron que si el ALF había comenzado a justificar la “violencia” contra los animales, ¿quién podría ser realmente tenido en cuenta para acabar con ella? Para ellos y para los humanos libera- ción significaba libertad de una muerte segura a manos de los humanos, de los vivisec- tores, de los granjeros o de la gente enfadada de liberación animal. La responsabilidad del liberador de animales no terminaba cuando el laboratorio era destruido, sino cuan- do todos sus prisioneros tenían garantizado el santuario en casas seguras o volvían a su hábitat nativo.

5.  GRANJAS DE PIELES EN AMÉRICA

A finales de 1990, el ALF crecía en silencio cuando sus miembros luchaban con estra- tegias y diferencias éticas, al mismo tiempo que los investigadores del FBI acosaba a activistas sospechosos. En esta época comenzaron a surgir noticias del movimiento por la liberación animal respecto a una investigación sobre granjas de pieles en América. A principios de 1991 empezaron a circular videos de granjas de visiones donde se veía al granjero romper brutalmente el cuello a los visones con sus propias manos descubiertas, así como linces descansando neuróticos en diminutas y estrechas jaulas de cuatro pies de anchura. Una organización, la Coalition Against Fur Farms – CAFF (Coalición en con- tra de las granjas de pieles) también comenzó a poner en circulación documentos de investigación confidenciales en los que se detallaba a los contribuyentes y a los vivisec- tores que apoyaban las granjas de pieles, con el propósito de disminuir el nivel de las enfermedades y achaques que afectaban todavía a animales salvajes como los visones, a los cuales los tenían recluidos en jaulas de apenas diez pulgadas de profundidad en las granjas de pieles.

Otra investigación apuntaba a disminuir los costes altos de los granjeros de visones mediante el fomento de fuentes de alimentación que no comprometiese la calidad de la piel del visón, una necesidad económica, dado el reciente declive de las ventas de pieles en EEUU y en Europa. A principios de los años 90, la piel de visón se vendía como poco a 20 dólares, mientras que los granjeros gastaban como mucho 20 dólares por animal, antes de que sus pieles fuesen comercializadas. Un margen de beneficios peligrosamen- te estrecho. Investigadores, junto con granjeros, identificaron la dieta como el ingre- diente clave que conducía a mutaciones genéticas, de forma que se alteraba el ADN del visón salvaje para crear el tipo de animal que los granjeros de pieles deseaban. Sin una dieta estricta y controlada, el visón volvería a sus orígenes salvajes en dos o tres genera- ciones de alimentación incontrolada.

Otra estudio se centró en los efectos de esta alimentación controlada, que se utiliza- ba en el proceso de crear pieles comercializadas, y que daba lugar a un sufrimiento del animal con desórdenes cerebrales y otros problemas fisiológicos que hacían que el visón se auto mutilase y se comiese a su prole. Otros vivisectores comenzaron a reconocer a los visones como el modelo ideal de animal de investigación, ya que se podían criar de forma barata en el exterior, y el ser depredadores con alto metabolismo les hacía excelentes herramientas de investigación para testar productos tóxicos, además de otros elementos químicos altamente peligrosos que eran vertidos al medioambiente por contaminadores industriales.

Mientras la industria peletera se tambaleaba por las escasas ventas, los granjeros miraban hacia las investigaciones y a los departamentos de desarrollo a la espera de res- puestas que les mantuviesen apartados de años de bancarrota. Los impuestos fueron imputados sobre las pieles de visón en casas de subasta tales como la Seattle Fur Exchange (SFX), que se dedicaba a la investigación de granjas de pieles. Bajo la etique- ta de Mink Farmer’s Research Foundation – MFRF (Fundación para la Investigación de Granjas de Visones), la industria peletera conseguiría fondos para aquellos investigado- res que se dedicaban al campo de la vivisección para socorrer a la moribunda industria de la piel. De todos los receptores de los fondos de MFRF, unos videos confidenciales conseguidos por los investigadores revelaban que año tras año el número uno de los cen- tros de investigación y desarrollo de la industria de las granjas de pieles era el Experimental Fur Animal Research Station of Oregon State University (Estación de Investigación Experimental de Animales de Pieles de la Universidad del Estado de Oregón). Fundado en 1920 como un laboratorio gubernamental, cuyo único propósito era la domesticación de visones y zorros para la producción de pieles. En 1970 la pro- piedad del centro fue transferida a la OSU (Oregon State University). La instalación se hizo célebre por su trabajo con los granjeros principiantes que experimentaban proble- mas comunes de la prisión intensiva y de la alimentación artificial de los nativos preda- dores salvajes norteamericanos.

En los años 80, la estación se consideraba el centro nacional número uno de investi- gación para la experimentación a favor de las más de 500 granjas de visones, que a su vez había abandonado las investigaciones sobre granjas de zorros debido al alto coste que suponía la cría de zorros en prisiones intensivas. La estación se fundó inicialmente con subvenciones del MFRF, además de las elevadas donaciones del Northwest Fur Breeders Cooperative (Cooperativa de criadores de pieles del Noroeste) del estado de Washington por sus investigaciones con los animales. La estación concluía su año de investigación con el sacrificio de toda la cría de visones cuyas pieles eran procesadas y comercializadas a través del SFX, como un medio de aumentar los ingresos para la investigación. Esto llegó a ser vital cuando los votantes de Oregón recortaron sus fondos adicionales que previamente habían llegado a las arcas insospechosos pagadores de impuestos de estado. Como cualquier exitosa industria, la investigación y el desarrollo sirven de forma vital para las necesidades de la industria de las granjas de piel, mientras en las mismas granjas de pieles los visones estaban confinados en condiciones que nor- malmente hacían que se mordiesen su propio rabo, se cortarsen su propia piel y araña- sen su propia jaula como un intento inútil de conseguir su libertad en esas prisiones de diez pulgadas de profundidad. Esto para un animal era como recorrer diez millas en una noche y permanecer en soledad excepto en la época de engorde y crecimiento. La mayo- ría de las granjas de visones albergan a miles de animales separados los unos de los otros por unas finas barras de metal o de plástico hasta que son asesinados a los siete meses de edad. En las granjas de zorros y linces, los animales son colocados en jaulas de alam- bre suspendidas sobre la tierra con apenas espacio para darse la vuelta. 

Normalmente comparten una jaula de tres o cuatro pies de ancho con su prole, esperando a que el granjero los arrastre hacia la muerte, electrocutados por el ano, gaseados en un contra- chapado con dióxido de carbono procedente de los gases de combustión de un motor de gasolina, disparados o administrados con una inyección letal. Muchas granjas de pieles se encuentran situadas en el hábitat normal en que estos animales deberían estar en libertad, y a menudo se puede ver a los visones y a los linces mirar fijamente hacia su libertad a través de la jaula, sólo a pocos pies de aquello que nunca podrá ser suyo. Para todos los que a ultima hora de una noche nos reunimos acurrucados para ver juntos unas cintas de video y unas páginas fotocopiadas de documentos de investigación había algo más que el sufrimiento físico que esos animales padecían. Vimos en ellos lo que vemos en nosotros mismos, el espíritu salvaje que anhela libertad. No significaba que ese espí- ritu estuviese destrozado, pero la ciencia brutal del hombre y la agricultura intentaba desesperadamente aprovecharse de él. Vimos el destino de todas esas criaturas, que se encuentra en el último lugar salvaje que queda en la tierra, y que sirve de apetito para la voraz conciencia humana de avaricia y de destrucción, y que hace que esos seres desa- parezcan para siempre. Respecto a la industria de la piel, sabíamos que las granjas de pieles eran la última fortaleza de siglos de antiguas empresas, sádicas comerciantes de la naturaleza. Pero a principios de los 90 mucha gente de liberación animal estaba dema- siado ocupada en extender sus ideas y en conseguir la aceptación del público.

6.  OPERACIÓN BITE BACK

En los 90, el ALF iba a la yugular. En la oscura Luna Nueva de 1991, nos encon- trábamos sobre el tejado de la Experimental Fur Animal Research Station de la Universidad del Estado de Oregón (OSU). Los faros de los coches que pasaban reflejaban a lo largo de las cinco lar- gas naves, que albergaban a 1.100 visones. El soni- do de sus arañazos y el olor inolvidable de sus cuerpos flotaban por el aire de la noche. Abajo podíamos distinguir la figura de una mujer con vestimentas negras y con una larga melena que le tapaba la cara. Llevaba una antena de radio en la mano. Una vez recibido el “todo preparado”, un guerrero descendió hacia la granja de visones y dio una vuelta alrededor de las naves de jaulas. Esta era una de las muchas misiones de reconocimiento cuyo único propósito era familiarizarnos con la distribución y con la actividad nocturna de la estación de investigación.

Los edificios objeto habían sido localizados, y lo único que no teníamos era un punto de entrada. Queríamos evitar todas las puertas, ya que, obviamente, son el sitio más común para colocar alarmas. Andando un poco a lo largo de la granja, no muy lejos, des- cubrimos que unos cuantos visones se encontraban fuera de sus jaulas, aunque aun así privados de su libertad por una valla de alambre eléctrico de unos cinco pies de altura. 

Cuando un visón se acercó, el guerrero se levantó al notar su olor, y continuó buscando algún riachuelo cercano que discurriese cerca de la estación. Ya cerca de la valla que daba a un patio, después de haber comprobado las alarmas, el guerrero abrió la puerta y se paró un momento. El visón solitario se aproximó lentamente y cruzó el umbral de la libertad, se fue corriendo rápidamente hacia el río cercano y desapareció. Después de cerrar la valla, el guerrero echó un vistazo a una pequeña ventana y lo comprobó, des- cubrió que no estaba cerrada.

A través de la ventana se hizo muy obvio que este edificio era el que albergaba los archivos y los videos de investigación sobre granjas de pieles desde los años 70. Las ofi- cinas de Ron Scott, la cabeza investigadora, también estaban adjuntas al laboratorio. Este sería uno de los dos objetivos de la Western Wildlife Unit del ALF en su primer ata- que a esta estación. El otro era la granja donde se encontraban todos los equipos de mez- clas y de experimentación alimentaria, situada a una distancia segura del lugar donde estaban las jaulas de los animales. Las investigaciones preliminares ya habían probado que la experi- mentación alimentaria era el punto fuerte de todas las investigaciones actua- les en proceso, según las cuales esas dietas asegura- rían una cualidad óptima de la piel del visón, y además haría de ella una piel económicamente viable. También sabíamos que la Northwest Fur Breeders Cooperative cubría los altos costes de esta ali- mentación, y sin sus donaciones la estación de investigación tendría que acceder a su propia cartera para proveer con alimentación a estas investigaciones animales. Aquella noche, a la vuelta de la estación, nos sentíamos eufóricos, no tristes, y sabíamos que la siguiente visita sería la última y que los investigadores jamás la olvidarían.

Los días posteriores los dedicamos a elegir la noche del ataque, una noche que ofreciese la oscuridad adecuada y la mínima actividad en los establecimientos, en las casas y en los vecindarios del campus. A finales de mayo recibimos la noticia de que el estado había decidido presentar cargos contra tres activistas del ALF, acusados del ata- que a los laboratorios de la Universidad de Oregón en 1986. Pensamos que el mejor modo de celebrarlo era con otro ataque del ALF en Oregón.

Cuando el sol se puso, el 10 de junio de 1991, seis guerreros del ALF se reunieron alrededor del fuego en un bosque cercano para comprobar las baterías de las radios, comprobar los mapas del lugar y su topografía, y vestirse con atuendos universitarios para esconder la ropa oscura que llevaban debajo. Nos preparábamos para una noche que traería una larga y esperada justicia al centro de investigación sobre las granjas de pieles más grande de la nación. En el aire se respiraba una alegría que rara vez habita nuestras filas. Se organizaron los paquetes con los instrumentos necesarios para cada individuo, y también se distribuyó algo de dinero para cada guerrero en caso de separa- ción, así como mapas con rutas predeterminadas fuera del área. Se revisaron los refugios fáciles, se repartieron los papeles de cada uno y todos los guerreros repitieron sus res- ponsabilidades para comprobar que conocían todos y cada unos de los pasos en los que consistía el ataque.

Con la oscuridad entre nosotros como uno de nuestros mejores amigos, nos reuni- mos para hablar por última vez y expresar los motivos por los que estábamos ahí esa noche, y decir lo que deseábamos conseguir para nuestros hermanos los visones. Nunca había visto un grupo de guerreros tan buenos, y conforme nos separábamos en nuestros coches era difícil esconder mi orgullo por aquel puñado de gente, aquella gente que esta- ba dispuesta a arriesgarlo todo por nuestra Madre Tierra.

En una hora los activistas vigilantes estaban en sus puestos, y cuatro guerreros baja- ron en bicicleta por los riachuelos cercanos que conducían a la estación. Sin decir una palabra, sólo a través de señales con las manos, nos colocamos en las diferentes posicio- nes sin escuchar ninguna señal de radio, el silencio significaba que todo estaba bien. Comenzó el trabajo nocturno.

Mientras un guerrero se ocupaba de quitar las tarjetas de identificación alimentaria de las jaulas de los visones (para confundir a los investigadores, ya que era el único modo de identificar a los animales), otros dos se colaban por la ventana del baño, todavía cerrada, de uno de los principales edificios de documentación. 

Metieron las fotos de investigación, diapositivas, y otros documentos en una mochila, junto con los directorios de teléfono de los vivisectores, libros de direcciones y otros materiales que revelarían a los partidarios y financieros del trabajo sucio de la estación. Después de esto se revol- vieron por el suelo todos los papeles, archivos de investigación y materiales, y todos los líquidos que había disponibles se derramaron sobre ellos y llegó el agua del baño, que llegaría a inundar la planta por completo.

Los equipos más caros del laboratorio habían sido destrozados y las muestras de los tubos de ensayo se vertieron al desagüe. Las medicinas veterinarias, que en el futuro serían útiles, se echaron en bolsas de plástico. Y, para acabar, la pintura roja de los 16 Memories of Freedom sprays apareció con la firma de la WWU’s (Western Wildlife Unit)), aconsejando a los vivisectores dejarlo todo. Todo eso y las siglas del “ALF”. Al salir del edificio de investi- gación por el mismo camino por el que habíamos entrado, nuestras fuerzas comenzaron a debilitarse como se debilita un guerrero, y una persona vigilante se quedó atrás.

Con un dispositivo incendiario programado para una hora más tarde, la “manifesta- ción” entró en la granja de experimentación alimentaria, después de que se utilizase la clave oficial del ALF para obtener la entrada. 

Después de colocar el dispositivo cerca de la estructura central del edificio, el guerrero apiló materiales de la granja de pieles de madera alrededor del dispositivo, lo colocó y lo encendió. En pocos minutos todos los miembros del equipo se reagruparon llevando bolsas de basura en sus mochilas en las que portaban todas las herramientas y la evidencia de nuestra presencia. Unos minutos más tarde, cargados con las bicis y con todas las fotos y documentos de investigación confiscados, nos metimos en el coche y condujimos a velocidad límite por los caminos del condado hasta el estado más cercano, donde tiramos en diferentes contenedores toda la ropa que habíamos llevado durante la acción. También tiramos los zapatos y las herra- mientas, aunque las nuevas las depositamos en el río más cercano. Por aquel momento el fuego entraba en erupción en la granja de experimentación alimentaria y demolía todos los alimentos y maquinarías, así como toda la granja. Los 1.100 visones veían como los investigadores llegaban a contemplar los daños. En pocos minutos las cámaras de televisión estaban en el lugar de los hechos, y las autoridades locales y federales se abrí- an camino entre los 70 años de investigación sobre granjas de pieles, despareciendo por el desagüe.

El estado de ánimo entre los granjeros de pieles del Noroeste estaba por los suelos, ya que no sólo se enfrentaban al incómodo hecho de que todos los proyectos de investi- gación de la Estación de Investigación Animal sobre Pieles de la OSU hubiesen sido vir- tualmente destruidos, sino que también todos sus nombres y números estaban ahora en manos del ALF. También habían perdido los libros de registro genético para la investi- gación del visón, junto con archivos de investigación vitales y necesarios para poder con- tinuar con los estudios.

El golpe resultó demasiado duro como para que el ajustado presupuesto del labora- torio de investigación pudiese soportarlo. A finales de 1991, cuando los visones de la OSU fueron asesinados, el Departamento de Investigación Animal de la Universidad decidió cortar los fondos para las granjas de pieles y en seis meses la Experimental Fur Animal Research Station de la Universidad de Oregon (OSU) cerró sus puertas para siempre. En su primer paso, la Operación Bite Back había cerrado el mayor centro de investigación sobre granjas de pieles. Mordiendo la mano que te da de comer Antes de que el polvo se asentase en las todavía ardientes brasas de la estación de investigación de la OSU, un pequeña célula de la WWU-ALF se dirigió a Edmonds, Washington, hogar de la Northwest Fur Breeders Cooperative. La cooperativa suminis- traba anualmente ayudas a la estación de investigación de la OSU, no por la bondad de su frío corazón, sino porque sus miembros representaban a la mayoría de los granjeros de pieles en Washington, Oregón, Idaho y Montana, y que a su vez servían de beneficio para las investigaciones de la OSU.

Situada en el puerto de Edmonds, la Cooperativa NW funciona como el fabricante de la alimentación, procesando toneladas de productos derivados de granjas y pescado y trasformándolos en la comida que mantiene a las granjas de pieles del Noroeste en mar- cha. Al igual que un centro operativo, la cooperativa envía semanalmente la gasolina para los tractores de los granjeros, distribuye los piensos, el material para los animales y otros equipos necesarios en las granjas de pieles.

Durante la noche del 15 de junio, cuatro guerreros se presentaron a las 11 de la noche frente al puerto de Edmonds para ver desde una colina cercana el cambio de turno en la cooperativa. En cada una de las mochilas de los guerreros había radios con micrófonos y auriculares, cuya extensión llegaba hasta los hombros del invasor así como hasta los policías de cerca de Seatle. Una vez más, se confió en las bicicletas de montaña, y si alguien les veía aquella noche, recordarían a los cuatro guerreros descendiendo por las colinas Edmonds hasta el puerto. Los ciclistas tomarían diferentes direcciones para esta- blecer puntos de vigilancia por todas las entradas de la carretera. Uno de los guerreros llevaba un escáner de policía y, a través de reconocimientos anteriores, se había familia- rizado con el tráfico “normal” de radio y con los códigos usados por la policía.

Dos de los guerreros fueron a pie, andando normal por el puerto como unos enamo- rados, de la mano, parándose de vez en cuando para inspeccionar la escena que queda- ba detrás de ellos. Cuando pasaron por las sombras detrás de la Cooperativa de NW, los dos guerreros se escondieron detrás de dos tractores cuyos refrigeradores producían unos ruidos altos sobre los sonidos de los alrededores del puerto. El olor a tripas de pes- cado impregnaba el aire. Rápidamente los guerreros se pusieron sus monos oscuros desechables para meterse por toda esa suciedad.

Una vez localizada la puerta para entrar a la zona de productos de alimentación, se metieron a través de ella y cuidadosamente introdujeron sus mochilas en el edificio. Con las señales de radio en silencio en todo momento, que señalaban que todo iba bien, los dos guerreros inspeccionaron rápidamente el edificio por completo para asegurarse de que no había ningún empleado nocturno ni ningún vigilante. Tras confirmar que el edi- ficio estaba vacío, los dos guerreros entraron en la parte del almacén en la que los pien- sos secos y las pajas estaban apilados en grandes palés de madera en el suelo. Después de abrir una ventana del techo para dejar que hubiese un poco de aire en circulación que estimulase el fuego, uno de los guerreros comenzó a colocar el dispositivo incendiario, mientras el otro dejaba la tarjeta de visita del ALF acompañada del dibujo de una pata de visón rodeada con un círculo, con el símbolo de la mujer en recuerdo a las madres de los visones de la OSU, a cuyas crías el ALF no fue capaz de rescatar.

Una patrulla de seguridad rodeó el edificio, pero los guerreros sabían que mientras todo tuviese una apariencia normal no habría ninguna razón para que el guardia parase e investigase. Una vez que el dispositivo incendiario estaba colocado y el coche patrulla ya había pasado, los dos guerreros salieron rápido y silenciosamente, se quitaron los monos y continuaron su paseo hacia el puerto, de vuelta al lugar donde estaban sus bici- cletas y su compañera, la oscuridad de la noche.

Noventa minutos más tarde los bomberos trataban de apagar los cuatro incendios, que no hirieron a nadie, pero destruyeron de forma efectiva el 75 por ciento del almacén de los suministradores de alimentos de NW y causaron cerca de 750.000 dólares en daños. La fase dos de la Operación Bite Back estaba completada.
Tras los ataques a la OSU y a los suministradores de NW, la industria de las granjas de pieles se fue a pique. Se ofreció una recompensa de 35.000 dólares por la captura y condena de los guerreros del ALF, y los granjeros de pieles anunciaron en los medios de comunicación que ahora se habían armado contra otros ataques.

El portavoz de la industria de las granjas de pieles, la Fur Farm Animal Welfare Coalition (Coalición por el Bienestar de los Animales de Granjas de Pieles) dio una rueda de prensa en Seattle para pedir a los grupos por la liberación animal que denunciasen al ALF. Afortunadamente, nada se hizo público en aquel momento, pero nadie hizo nada para apoyar al ALF excepto un pequeño grupo alternativo de la Coalition Against Fur Farms -CAFF (Coalición Contra las Granjas de Pieles), que distribuyeron comunicados e intentaron organizar campañas para continuar con la presión sobre los centros de investigación de pieles. Y así, el verano de 1991 comenzó con la vuelta a la acción de la Western Wildlife Unit. El entrenamiento fue continuo, se recopilaron documentos de investigación y se revisaró las revistas de sindicatos de granjeros para determinar cuál podía ser el próximo nexo de granjas de abuso animal de pieles en romperse. Los topos del ALF pusieron en práctica las líneas de actuación de otros objetivos potenciales e investigaron los archivos de medicinas veterinarias para posibles acciones futuras.

En julio, un artículo de periódico llegó desde la CAFF de Spokane, Washington, que describía el impacto que el ALF había causado a la investigación animal sobre pieles en la Universidad de Washington. Al mismo tiempo se confiscaron documentos de la OSU que revelaban cómo los programas de investigación del vivisector de la WSU, John Gorham, estaban floreciendo en la búsqueda de un remedio para las enfermedades que sufrían los visones en las granjas de pieles debido al confinamiento intensivo. A los pocos días, los guerreros del ALF estaban de camino a WSU en Pullman, Washington. La noche de la lluvia de estrellas Al tiempo que los topos del Frente de Liberación Animal se ocupaban de investigar todo lo que podían sobre los experimentos de John Gorham, los soldados de a pie comenzaron sus misiones de reconocimiento en el campus de la Washington State University (WSU), que se extendía a lo largo de las colinas de los alrededores de Pullman, Washington. Al igual que la mayoría del sureste de Washington, la zona de Pullman estaba cubierta de llanuras de hierba desprovistas de árboles, que habían sido en su mayoría deforestadas para la industria maderera. Ya sabíamos que la localización del departamento de EEUU de Agricultura Experimental de Granjas de Pieles de la WSU estaba escondido del público, pero ¿qué dificultad habría en encontrar granjas de pieles ine- quívocas? Nuestro primer paso era ahora la táctica verdadera y probada de ir en bici como un iclista cualquiera por la carrete- ra y cruzar el camino que atrave- saba el campus de la WSU. Comprobamos los edificios de alrededor, y seguimos el rastro en el viento hacia la fácilmente reconocible esencia de la piel del visón. Mientras tanto, los topos habían descubierto que la WSU
era un nervio central de investigación animal sobre flora y fauna nativa americana. Osos pardos y negros, ciervos, alces y ovejas eran sólo algunos de los animales que pronto des- cubrimos revolcándose en los corrales de hormigón. Al igual que una prostituta para la industria del ganado, los vivisectores de la WSU estaban centrados en estudios sobre las bacterias y otras especies de la fauna nativa que amenazaban al ganado y se asentaban en los pastos del público. Nunca antes el ALF había descubierto vivisección sobre la fauna americana fuera de la granja de visones de la OSU, y ahora nuestros expertos en estrategia y logística debatían maneras de cómo transportar a estos grandes animales. Desgraciadamente, nuestros recursos y la falta de guerreros nos privarían de liberar en aquel momento a osos o ciervos. Nuestro objetivo se centraba en los visones.

El artículo de periódico que habíamos recibido hablaba también de un centro de investigación de pieles de osos también en el campus, donde además el vivisector, Fred Gilbert, probaba trampas submarinas en castores. Su laboratorio también albergaba a lovos, tejones y vencejos. También intentaríamos localizar el laboratorio de Gilbert y liberar allí a sus prisioneros. La investigación de Gilbert era subvencionada por la indus- tria de las pieles canadiense. La investigación de John Gorham no sólo era subvencio- nada por la Mink Farmers Research Foundation (Fundación para la investigación de granjas de visones), sino también por el Departamento de Agricultura de EEUU. Gorham se centró en la enfermedad Aleutiana, Encefalopatía (conocida en el ganado como enfermedad de las vacas locas) y en otras enfermedades que podían destruir eco- nómicamente a los granjeros de pieles si sus visones llegaban a estar afectados. Para lle- var a cabo esta investigación, Gorham machacaría cerebros de visones infectados y ali- mentaría con ello a otros visones sanos hasta que éstos contrajesen la enfermedad elegi- da. A menudo los animales de su laboratorio morían con muertes lentas, con la parálisis de la enfermedad lentamente desarrollada que causaba en el visón desórdenes nerviosos y hemorragias. Según un artículo de la Fur Rancher Magazin en 1991, granjeros de todo el mundo habían señalado a John Gorham como “uno de los investigadores líderes en enfermedades en granjas de pieles”. Tras localizar la granja de pieles en la WSU, escon- dida en una llanura en dirección al aeropuerto local, se planeó un reconocimiento noc- turno. A primera hora del atardecer de una noche de luna llena dos guerreros se fueron de excursión a la granja, donde treparon una valla encadenada, cubierta con alambre de espinos, hasta llegar a las jaulas de los visones. Se anduvo una distancia hasta el lugar donde estaba claro que no había alarmas de infrarrojos detectoras o motoras que rode- asen la instalación. Era lo mínimo que esperábamos, al tratarse de una estación de inves- tigación subvencionada por el estado. No había nada de seguridad electrónica.

Los guerreros inspeccionaron la zona, y rápidamente localizaron el grupo controla- do de visones que no había sido infectado con ninguna enfermedad. Una vez que el esquema de la instalación se hizo familiar y no habían visto a ningún vigilante o perro guardián, los guerreros volvieron hacia la valla encadenada. A una distancia se podía escuchar un coche que se acercaba, así que los guerreros treparon rápidamente por la valla. Uno de ellos se enganchó en el alambre de puas. Cuando las luces del coche se hicieron visibles, el guerrero atrapado peleó con su pernera del pantalón y finalmente pudo liberarse, saltar la valla y correr a toda velocidad por la carretera. Se escondió justo cuando el coche llegó y pasó. Era un coche de la policía. Cuando los dos guerreros anduvieron en la oscuridad pre lunar, se dieron cuenta de que las luces largas de carretera del coche de policía hacían un giro de 360 grados y se iban. Al tiempo que los guerreros caminaban por el andén de la carretera se convirtieron en sospechosos. Al sacar los prismáticos, los guerreros divisaron en la distancia la figu- ra de un coche en el andén de la carretera con las luces apagadas. Rápidamente, los dos se escondieron por los alrededores de una colina cercana, justo cuando otro coche de la policía venía de la otra dirección a toda velocidad en la misma carretera. El primer coche de la policía encendió el motor y las luces en un intento de acorralar a los dos guerreros. Al tiempo que los guerreros cruzaban a gatas por el césped, los dos coches de policía lle- garon juntos a la granja de pieles y empezaron a enfocar la instalación y después las coli- nas de los alrededores. Obviamente, la instalación de investigación sobre granjas de pie- les estaba esperando una visita del ALF.

Los dos guerreros estaban tumbados boca abajo en la colina -desprovista de árboles o matojos- de alrededor de la granja de pieles. La luna estaba clara y brillante, ilumina- ba toda el área. Uno de los coches de policía apagó las luces justo al pasar por al lado de los dos guerreros escondidos, y aparcó en la cresta de la colina desde donde se veía todo el complejo de la granja de pieles. Los guerreros permanecían escondidos, y los coyotes comenzaron a aullar cuando la luna se ponía en el cielo. Algo sonaba fuera de lugar, ya que los coyotes aullaban al unísono y el sonido venía de un pequeño edificio en la gran- ja de pieles. Todavía se podía escuchar a otros coyotes que aullaban desde otras colinas distantes. Era evidente que en uno de los edificios de la granja los coyotes se sentían cau- tivos. Con poco que hacer excepto esperar, los dos guerreros se maldecían a sí mismos por ser atrapados bajo la luz brillante de la luna. Finalmente, los policías dejaron la bús- queda y se fueron, y los dos guerreros anduvieron por el largo camino de vuelta hasta el lugar donde estaban escondidas sus bicicletas. El elemento para un ataque sorpresa había desaparecido. 

No sólo los investigadores animales de la WSU habían tomado el ataque a la OSU y a los NW Furbreeders como una alerta, sino que también la policía de la universidad había reconocido a intrusos cerca de la escondida granja de pieles. En pocos días se incrementó la seguridad, y cuando el laboratorio de Fred Gilbert fue final- mente localizado escondido en un pinar, se colocó un sistema de seguridad de períme- tro de infrarrojos en ese lugar. Los establos de castores eran claramente visibles justo detrás.
A pesar del incremento de seguridad, los reconocimientos cuidadosos continuaron, y pronto se localizó un corral situado en una colina en el que había doce coyotes, objetos de una investigación sobre sarcocystis. La sarcocystis es una enfermedad que no es fatal para los coyotes, pero que se transmite a través de su sistema nervioso en muy pocas semanas. En las ovejas tampoco es fatal, pero los parásitos destruyen el valor económi- co de su carne y de su lana. Generalmente, los coyotes transmiten la enfermedad a tra- vés de sus heces, que a su vez llega a las ovejas que pastan en las tierras públicas donde hay coyotes. El Departamento de Programas de Control de Animales Dañinos para la Agricultura proveía los animales para estos experimentos. A los supervivientes del brote se les disparaba o gaseaba y se les dejaba perecer en un cobertizo junto con sus familias deterioradas.

Se organizó una sesión de estrategia para debatir el futuro de cualquier acción en las estaciones de investigación sobre pieles de la WSU, y se decidió que para cualquier ata- que exitoso se necesitarían guerreros con diferentes niveles de experiencia. A mediados de agosto, siete guerreros del ALF confirmaron su buena voluntad para arriesgarse en un ataque al todavía en guardia Departamento de Investigación Animal sobre pieles de la WSU. Los topos informaron al equipo de la Operación Bite Back de que John Gorham había sido elegido como “Investigador del año 1991” de la USDA (Departamento de Agricultura de EEU), y estaría fuera de la ciudad la semana del 21 de agosto para recibir su premio. Era el momento de actuar. Sería un ataque de tres puntos. Un equipo entra- ría en el edificio de Veterinaria de la WSU, abajo en el campus de Pullman donde Gorham tenía la oficina, otro entraría en la granja de pieles y el tercero liberaría a los coyotes del corral que había en lo alto de la colina.

En la habitación de un motel, a kilómetros de Pullman, los guerreros del ALF se reu- nieron alrededor de los mapas mientras otros se dedicaban a escanear las frecuencias de la policía local. Excepto los conductores designados, el resto de guerreros del equipo se dividieron los guantes pesados para coger a los visones, las herramientas para forzar la entrada al edificio de Veterinaria y las cizallas y los sprays rojos para los liberadores de coyotes. Se acordó un medio de comunicación para las transmisiones de radio necesa- rias y para señalar los puntos y los tiempos de fin. Los miembros del equipo ya habían pasado por la zona para hacer las marcas en la carretera en las que los guerreros se situa- rían para coger a los animales. Aquella noche no había luna llena, pero había una lluvia de meteoritos, según lo que habían dicho los hombres del tiempo. Cuando se llevase a cabo la parte final del plan, la policía se preocuparía de nuestro ataque y los guerreros se marcharían en dirección a la Washington State University.

El primer equipo llegó al edificio de Veterinaria justo cuando un estudiante de últi- ma hora de la noche salía del piso bajo. Un guerrero se colocó en una posición de vigi- lancia, mientras que otro se situó en el pestillo de una puerta que antes había sido mani- pulada para que, con sólo un empujón agresivo, saltase la visagra. Después de escalar por el hueco de la escalera hasta el tercer piso, donde estaba la oficina de Gorham, los guerreros del ALF entraron al hall y quitaron una baldosa del techo de la entrada, fuera de la oficina de Gorham. En el espacio del techo para gatear, sólo una lámina de hormi-gón separaba la entrada de la oficina de Gorham del otro lado de la habitación. Con un pequeño taladro hicimos un agujero, y los guerreros del ALF accedieron a la oficina de “uno de los investigadores líderes del mundo sobre granjas de pieles”.
Se extrajeron discos de ordenador, diapositivas y libros de direcciones, así como un ordenador nuevo de marca para Johny Boy que estaba todavía en una caja al lado de su mesa. Una guerrera levantó un ordenador sobre su cabeza y lo tiró contra el suelo, y pro- cedió a hacer lo mismo con cada pieza de investigación y materiales informáticos que había en la habitación. Era la versión de terapia del ALF. Mientras tanto, un guerrero del ALF tiraba todos los archivos de Gorham por el suelo hasta que todo estuvo revuelto por la oficina con un pie de grosor. Como toque final se derramaron por todo ese lío del suelo dos galones de ácido muriático hasta que el humo obligó a los guerreros a salir de la ofi- cina. Cuando los guerreros bajaban hacia la entrada pasaron por una sala con una caja llena de plexiglass llena de ratones blancos, con una etiqueta que decía “Irradiados 21 de agosto de 1991”. Cogieron la caja con una mano y salieron rápido del edificio, comple- tando así la fase uno del ataque a la WSU. Por aquel mismo momento, cuatro guerreros del ALF entraban a echar un vistazo a las granjas, a la granja de visones y al corral de coyotes. Se separaron en dos grupos y uno entró en la de visones y otro en el de coyotes. En la granja de visones había ahora un vigilante viviendo, pero se iría a dormir después del chequeo de la granja a las once de la noche.

Al acercarse a la ventana del vigilante, un guerrero del ALF se esforzó para escuchar el encantador sonido de unos ronquidos fuertes. Al volver a las naves de visones, la llave oficial del ALF fue usada para abrir el pequeño candado de la puerta de la granja y los dos guerreros entraron, donde estaban los animales controlados con jaulas de alambre con seis compartimentos separados. Uno a uno, se convenció a los visones para que entrasen en la jaula hasta que estuviesen llenas.

Al abandonar la nave, uno de los invasores decidió reemplazar el candado cortado por otro similar para que en caso de que el vigilante decidiese hacer una inspección visual más tarde en aquella noche no detectase nada fuera de su sitio. Cada guerrero lle- vaba un asa de la jaula con los visones, las dos figuras desaparecieron en la oscuridad. Arriba, en lo alto de la colina, en el corral de coyotes uno de los guerreros se ocupaba de cortar las vallas que rodeaban el recinto con unas cizallas para dar un escape en la zona de los coyotes, mientras que el otro cortaba el candado del corral y entraba. Al bajar las jaulas, los coyotes se volvieron ansio-sos, ya que se habían tomado esa visita nocturna como algo amistoso. El ALF había visitado a los coyotes regularmen- te, así que ya estaban acostumbrados a los extraños con las caras tapadas. Una por una, se abrieron las puertas de las jaulas y los coyotes saltaron hacia la puerta del corral. Mientras la mayoría de los coyotes salían de la zona inmediatamente, otros se podían escuchar desde la distancia, aullando desde las oscuras sombras de la naturaleza, tal y como les habíamos escuchado antes. Mientras tanto, uno de los coyotes se resistía e intentaba salir a escondidas del liberador hasta la última jaula. El guerrero entonces se dio cuenta de que la última coyote enjaulada era una joven hembra que observaba ya desde antes al coyote indeciso. Cuando el liberador abrió la última jaula, los dos salieron juntos rápido hacia la oscuridad, al igual que unas estrellas fugaces en el cielo con una brillantez mági- ca. Las lágrimas cayeron por el rostro cubierto del liberador, cuando se dio cuenta del amor que esos dos últimos coyotes tenían el uno por el otro, tan fuerte que uno rechazó abandonar ese infierno hasta que la otra también estuviese libre. 

Cuando las siluetas de los coyotes desaparecieron por las llanuras, el guerrero cogió la lata de spray de pintura y pintó con letras grandes por toda la parte trasera del ahora vacío corral de coyotes :”VIDA SALVAJE AMERICANA: ÁMALA O DÉJALA EN PAZ- ¡¡libertad para los ani- males de pieles ahora!!”
Cuando el sol se puso a la mañana siguiente, la evidencia del ataque fue rápidamen- te descubierta por los estudiantes de Veterinaria, que normalmente alimentaban a los coyotes ahora libres. Tan pronto como las autoridades fueron alertadas, tanto los vivi- sectores como los administradores de la WSU se pusieron muy furiosos, ya que habían estado con los ojos cerrados sin pensar en el cauteloso ALF. Los investigadores de ani- males de piel intentaron negar que sus proyectos de investigación eran financiados por la industria de las pieles, sólo para ser disipados de los documentos que había sacado el ALF, en los que se decía lo contrario. 

Aunque el laboratorio de Fred Gilbert se escapó del ataque, no ocurrió lo mismo con sus experimentos. Una cadena de televisión de Seattle había informado sobre una acción legal contra Gilbert y la WSU por los comunicados de sus videos, en los que aparecían trampas submarinas y experimentos con castores. Al citar que aquellos videos eran de la propiedad de su subvencionador, el Instituto de Pieles de Canadá, Gilbert se negó a publicar las cintas, mientras que los residentes de Washington se quedaron en estado de shock al conocer que su universidad estaba sien- do utilizada para beneficiar a la industria peletera canadiense. En un año, Fred Gilbert perdió su puesto de jefe del Centro de Titulares de Investigación sobre Pieles y se retiró a la British Columbia University para continuar con su trabajo, fuera de EEUU. Para Gorham, su selección como “Investigador del Año” fue desacreditada por la destrucción de sus experimentos en marcha, que fueron inútiles debido al robo de los discos del ordenador y los archivos dañados por el ácido, las diapositivas y los vídeos. Gorham intentó distanciarse de la investigación de granjas de pieles para ser más tarde destaca- do en las páginas de la revista Fur Rancher Magazine a finales de 1991, como un invita- do especial en el tour por granjas de pieles rusas. Mientras la industria de las granjas de pieles estaba de luto por la pérdida de la segunda mayor investigación de la Mink Farmer Research Foundation (Fundación para la investigación de las granjas de visones), seis visones comenzaban sus nuevas vidas en la orilla del río Lochsa, cerca de la reserva de Nez Perce. Cuando el verano llegaba a su fin, una familia de coyotes comenzaba sus pre- parativos para la llegada del invierno, con las orejas tatuadas y cubiertas por una gruesa capa de piel. Nunca olvidarían la Noche de la Lluvia de Estrellas y sus relaciones huma- nas con los que les pusieron en libertad. Abajo en la granja...

En septiembre de 1991, las granjas de pieles de EEUU y la Ley Federal de Fuerzas de Aplicación comenzaron a anticipar una guerra abierta contra el ALF. Comenzaron a cir- cular fotografías de conocidos activistas entre los granjeros de pieles, y la prudencia estaba presente a la hora de contratar ayuda en las granjas. La temporada peletera del 91 se afrontaba con un sentimiento de ansiedad entre los granjeros, que pensaban que serían el siguiente objetivo del ALF. Los miedos estaban justificados, cuando a finales de septiembre hubo un intento fallido de quemar la Cooperativa de Suministradores de Pieles de Utah en Sandy, donde se producía la mayor cantidad de comida para granjas de pieles del estado. La cooperativa rural también albergaba a una granja de visones que supuestamente era utilizada para la experimentación en la investigación de granjas de pieles.

Para no desilusionarse, los activistas del ALF volvieron al Noroeste, donde, una vez más, las fuerzas de vigilancia de la seguridad casi descubrieron a los invasores del ALF en sus granjas y los granjeros estaban preparados para atacar. La partida de guerra viajó entonces a una granja de visones fuera de Olimpia, Washington, donde un equipo de cuatro personas se desplegó a lo largo de la valla de guardia de las jaulas, alrededor de las naves de visones. Mientras otros se quedaban vigilando, un guerrero comenzó a ins- peccionar la granja en busca de los sementales, la parte más valiosa del lugar. Agachado en la oscuridad, el guerrero vio cómo una forma humana se aproximaba, casualmente con una linterna en la mano. Pensando que aquella figura humana que se acercaba era uno de los otros miembros del equipo de guerra, el guerrero permaneció agachado mien- tras la forma humana se acercaba. Cuando la figura se retiró, antes de ver al guerrero, el activista del ALF regresó al equipo que estaba a la espera. “¿Qué pasa?”, “Nada, ¿por qué?”, “¿No has sido tú el que te has acercado a mí?”, “Nosotros hemos estado aquí mismo”. Había un vigilante patrullando las granjas. En una lenta retirada, los invasores se vieron obligados a abandonar su ataque, una vez más escapaban del enfrentamiento con los granjeros.

Por aquel tiempo, uno de los topos del ALF alertó al equipo de la Operación Bite Back de la venta de una granja de pieles cerca de Salem Oregón, justo debajo de la carretera de la OSU. El granjero, Hynek Malecky, estaba interesado no sólo en vender su opera- ción de visones, sino también mantener una participación en un negocio conjunto. Obtenía beneficios directamente de las investigaciones de la OSU. Y además este gran- jero había desarrollado un estado de arte del negocio con visones, y ahora con el declive en el mercado de las pieles de visón necesitaba financiación adicional para mantener vivo su negocio. Ningún banco se atrevería a financiar a un granjero de pieles, no sólo por la inestabilidad del mercado de las pieles, sino también por los recientes ataques del ALF. La Granja de Visones Malecky era sólo una de las muchas que estaban tambaleán- dose en la época de la bancarrota. La Western Wildlife Unit del ALF decidió darles un pequeño escarmiento.

A principios de diciembre, largas noches frías y lluviosas de reconocimiento habían revelado que apenas había seguridad en las granjas de visones situadas cerca de los ran- chos contiguos. Lo que era difícil era acercarse a la granja a través del mosaico de resi- dencias privadas que la rodeaban. Se decidió que un equipo de tres personas sería lo apropiado para esta acción. Un conductor y dos ciclistas se lanzarían al ataque. El 10 de diciembre, al atardecer, el conductor del ALF dejó a los dos guerreros en una estrecha carretera que llevaba hacia Malecky Mink Farm. Vestidos con un chubasquero azul oscu-ro y sudaderas con capucha, los dos guerreros se dirigieron directos a su objetivo, con sus pequeñas mochilas en la espalda donde llevaban las herramientas necesarias para llevar a cabo la acción.

Un guerrero controlaba un canal de radio abierto con el conductor del ALF, quien estaba sentado en un camión a pocos kilómetros para vigilar el escáner de la policía. La radio local Shack había suministrado frecuencias de radio para la aplicación de la ley en la zona, al igual que lo hacían normalmente con los aficionados al escáner. La guerrera “demo” permanecía sin radio, de forma que pudiese mantener los cinco sentidos para cualquier sonido alrededor de ella, con su pelo largo negro y trenzado detrás del cuello para evitar perder cabellos, no sólo que se pudiesen enganchados en las vallas, sino tam- bién para asegurarse de no dejar detrás pruebas de ADN fáciles de encontrar.

Con el guerrero de la radio, situado en un lugar en el que veía la casa de Malecky y el edificio objetivo, así como la guerrera “demo”, los dos se intercambiaron señales con el dedo en la oscuridad (en señal de que todo iba bien) y la guerrera “demo” desapareció por el edificio de procesamiento de las pieles y mezclas alimentarias, lo que era el cora- zón de la operación. Apartado de las granjas de visones, el nervio central de la operación albergaba la maquinaria de mezclas de alimentos, unidades refrigeradoras, secadoras para las pieles de los visones, percheros de las pieles y otros suministros necesarios para mantener la granja operativa. Dentro del edificio, en la oscuridad, el guerrero se imagi- naba las máquinas a pleno rendimiento, las cámaras de gas móviles descargando a los todavía temblorosos visones que esperaban a los despellejadores, el olor de esa esencia mientras las pieles eran arrancadas de los templados cuerpos de los visones, como una cáscara de plátano. De vuelta al presente, el guerrero se alegró al pensar que nunca más tendrían lugar esas escenas en el Rancho de Visones de Malecky.

Tras localizar el centro estructural del edificio, el guerrero se dio cuenta de que éste estaba hecho de madera. Juntó las jaulas de los visones, las tablas donde se extendían las pieles y otros materiales inflamables disponibles. El guerrero construyó una pirámi- de de materiales combustibles y situó un reloj de cocina con una hora de retraso (que fromaba parte de un dispositivo incendiario) en medio de todo ese lío. Tras colocar una serie de líquidos inflamables en garrafas de plástico alrededor del dispositivo, el guerre- ro giró la saeta del reloj, conectó la batería de nueve voltios y lentamente abandonó el edificio fijándose mentalmente en su reloj cuando el dispositivo debía de dispararse. Cuando el guerrero se encontró de nuevo con el conductor, todavía quedaban treinta y seis minutos para que el dispositivo se encendiese. Treinta y dos minutos después pren- dió, y antes de que cinco camiones de bomberos pudieran llegar a la escena, el corazón de la granja de Malecky estaba en ruinas. Una granja de pieles menos, 600 a las que visi- tar. La acción transcurrió limpia y sin problemas, y en el momento en que los investiga- dores federales llegaron al lugar, la única evidencia que encontraron fue una granja de pieles quemada. Ni siquiera las siglas del “ALF” estaban pintadas con spray por algún sitio. Los guerreros habían decidido que el hecho de hacerlo sólo dejaría evidencias que estrecharían el ámbito de los sospechosos. La pintura con spray sólo ayudaría a la apli- cación de las leyes para concluir que el fuego era un incendio y no accidental o una esta- fa para la aseguradora. Esta acción, que tuvo lugar después de la época del despelleje, aseguró que no sólo había un mínimo riesgo en perjudicar a los animales en la granja después de que la mayoría habían sido ya asesinados, sino que también podía costarle al granjero las caras pieles que todavía estaban en el edificio donde se procesaban. La milicia de los visones de Michigan Antes de que llegase el fin del año 91, hubo un intento de destruir la operación de
procesamiento de pieles de Huggan’s Rocky Mountain Fur Company, a las afueras de Hamilton (Montana). 

La compañía de pieles, que también tenía sus propias granjas de visones y zorros, procesaba las pieles de la mayoría de las granjas de visones en el Oeste de Montana. Montana también era el hogar de muchas de las granjas de linces y gatos salvajes de EEUU. Con la granja de pieles Fraser en Ronan, Montana disponía de la mayor granja de pieles de gatos salvajes de EEUU. A finales de la temporada de las pie- les de 1991, después de estar en alerta por los ataques del ALF en junio, los granjeros res- piraron con alivio, con la esperanza de que la Operación Bite Back hubiese terminado. Nada podía estar más lejos de la realidad. En enero de 1992, People for the Ethical Treatment of Animals (PETA- Gente por el Trato Etico a los Animales) llevó a cabo una serie de comunicados por la radio en la parte oeste de Michigan para despertar la aten- ción sobre los experimentos con animales de Richard Aurelich en la Michigan State University (MSU), donde el principal modelo animal del laboratorio eran los visones. PETA no sabía que Richard Aulerich era también el segundo mayor receptor de primas anuales de la Mink Farmers Research Foundation, y había proporcionado durante los 32 últimos años investigaciones vitales para el desarrollo de la industria de los visones en EEUU.

Cualquier discusión sobre investigaciones de enfermedades en granjas de pieles nunca se olvidaba de mencionar a Aulerich. Los topos del ALF encontraban continua- mente sus aportaciones, que le citaban en la correspondencia incautada de la OSU y WSU. A través de su servicio al gobierno de EEUU y a la industria de los visones, Aulerich había sido premiado con fondos federales para usarlos también en su granja de visones en experimentos tóxicos, relacionados con la alimentación forzosa, que contu- viesen PCP, dioxinas y otros contaminantes industriales necesarios para capturar viso- nes. Los videos de investigación publicados detallaban cómo los visones envenenados padecían dolorosas muertes en el laboratorio de Aulerich. Los visones sufrían severas hemorragias internas antes de vomitar sangre, y morían tras haber sido alimentados con piensos que contenían contaminantes con el infame test de LD50 (dosis letal del 50%).
Estudiantes de la MSU habían informado a los topos del ALF de que en un tramo de 39 millas en el río Fox, que iba a parar al lago de Michigan, se encontraba la mayor con- centración de fábricas de papel del mundo. 

A pesar de que las emisiones de PCP habían sido prohibidas hacía más de 20 años, estos contaminantes todavía permanecían debi- do a antiguos escapes en el barro o en los sedimentos a lo largo del río y en el lago, y cau- saban altos niveles de PCP en el pescado y los animales de esa zona. Otra zona situada en la boca del río Grand Calumet, al sur del lago de Michigan, tenía la mayor acumula- ción de sedimentos de la industria contaminante de los Grandes Lagos. Los estudiantes se sentían frustrados ya que, a pesar de que se habían rastreado todas las dioxinas de los Grandes Lagos vertidas por casi 200 empresas así como se había detectado el PCP fácil de encontrar en cinco industrias, el único remedio que había era confiar en esas empre- sas para que lo limpiasen voluntariamente o continuasen testando en animales para comprobar los contaminantes y determinar su peligro. En 1990, un estudio mostró el 100% de la mortalidad entre los animales testados, expuestos a muestras de sedimentos en el río Grand Calumet. En lugar de comprobar la contaminación en visones y nutrias salvajes de la zona de los Grandes Lagos, Aulerich decidió causar más sufrimiento al ele- gir visones y nutrias de su granja en experimentos. Los topos del ALF habían recibido también información de los estudiantes según la cual Aulerich hacía llaveros para sus alumnos con las patas del visón viviseccionado. Una de las socias de investigación de Aurelich era Karen Chou, quién llevaba a cabo experimentos de toxicología en conejos, ratas y ratones para productos químicos y contaminantes industriales así como para el gobierno de EEUU.

Para la industria americana del visón, Richard Aulerich representaba la última espe- ranza para conquistar las enfermedades que se encontraban de forma común en las granjas de pieles. La Estación de Investigación Experimental de la OSU estaba fuera de juego, y la reputación de John Gorham estaba destrozada. La Estación de Investigación Animal sobre Pieles de la MSU estaba en alerta por los ataques del ALF después de los asaltos en Oregón y Washington. Cuando los anuncios de radio de PETA señalaron a Aulerich, MSU incrementó su ya elevada seguridad. Entre los granjeros de pieles y la his- teria en la investigación se formó un consejo del ALF a favor del Ecosistema del Lago de Michigan, con el fin de detener el sufrimiento de los visones a manos de Aulerich y pro- yectar la atención hacia la amenaza real: los contaminantes industriales.

En una noche de febrero, cuando caía una ligera lluvia sobre las granjas de visones de MSU, tres personas permanecían agachadas en la tierra, camuflándose entre los arbustos. Con el sonido de los coches que pasaban por una autopista cercana, los gue- rreros cortaron las vallas y entraron en el perímetro de la Granja de Pieles Experimental. Al mismo tiempo, otra célula del ALF de la reciente creada Great Lakes Unit (Unidad de los Grandes Lagos) se dirigía hacia el Anthony Hall del campus de la Michigan State University (MSU), como si fuesen tres estudiantes que volvían a casa después de una larga noche de borrachera. Uno de los guerreros llevaba un auricular debajo de su suda- dera con capucha, que mantenía en contacto al equipo con el coche que estaba aparcado y que controlaba el escáner de la policía. Sin señal alguna, los tres activistas tomaron un atajo por el césped en frente del edificio, y llegaron hasta un desagüe situado al lado una ventana en la parte trasera. El pestillo de la ventana estaba entreabierto, y con una cinta larga y delgada de metal uno de los guerreros consiguió abrir la ventana. Dos guerreros se colaron en el edificio y aterrizaron en el escritorio de uno de los investigadores de la MSU. Al cerrar la ventana, los tres guerreros se quitaron sus jerseys de universitarios y los cambiaron por unos chubasqueros negros con capucha. Se quedaron observando.

Dentro del edificio, los otros dos guerreros anduvieron con la linterna hacia el hall y las escaleras, y de ahí subieron un piso hasta la oficina de Richard Aulerich. Durante los reconocimientos del edificio a primera hora del día, los guerreros habían visto la puerta abierta de la oficina, sin percatarse de ningún tipo de sistema de alarma en la entrada a ese lugar. Mientras uno de los guerreros permanecía de pie para vigilar que no hubiese ningún estudiante de última hora en el edificio, el otro atravesaba tres rejillas de venti- lación de madera que había en la puerta, la alcanzó, la abrió y se metió. La oficina de Aulerich y Chou estaba delante de ellos, con una zona de recepción y con una caja de cristal llena de pieles para exhibir. Abrieron todos los cajones de la oficina y tiraron su contenido al suelo, el guerrero buscó en su mochila y sacó un recipiente que contenía un dispositivo incendiario envuelto con papel de baño de una hora de retraso. De repente se podían ver luces brillantes azules y rojas desde la ventana. El guerrero sabía que si esto lo habían causado las alarmas habría sido avisado por uno de los dos compañeros que estaban vigilando. Llenó su mochila con discos del ordenador, diapositivas en color y selectos documentos de investigación que describían las subvenciones para posterio- res vivisecciones. En pocos minutos el coche de patrulla se fue, al igual que lo había hecho el motorista que había parado. El guerrero colocó el dispositivo incendiario y se reunió con sus vigilantes. Regresaron al piso bajo de las oficinas. Antes de que los guerreros saliesen por la ventana echaron un vistazo a la oficina del investigador a la que habían entrado. La placa que había fuera en la puerta decía “Investigación de leche”. Los guerreros, veganos, se miraron entre ellos y entonces tira- ron con fuerza al suelo todos los equipos del ordenador y el material de oficina que había sobre su mesa. Entonces, los dos salieron de la ventana por la zona del desagüe y se pusieron de nuevo sus ropas para hacer su camino de regreso por el campus. El conduc- tor los cogió a poca distancia y en unos minutos ya estaban seguros, fuera del campus.

De vuelta a la granja de pieles, en la parte de investigación de la granja, un guerrero se paró y se fijó en las carreteras que conducían a la zona y en los edificios donde dor- mían los cuidadores. Uno de los guerreros subió hasta el tejado del laboratorio y apartó una trozo de chapa de metal del tejado y se metió en el laboratorio por el techo. Sin nin- guna ventana que diese al exterior, dos guerreros encendieron sus frontales de luz roja para poder ver en la oscuridad y comenzaron a quitar las bisagras de una puerta que con- ducía al laboratorio. Una vez dentro, uno de los guerreros empezó a destruir tranquila- mente toda la maquinaria de investigación, mientras el otro buscaba archivos y vídeos de investigación. Echaron ácido muriático sobre las máquinas de mezcla de alimentos para la granja de experimentación de visones, y sobre todos los documentos y la maqui- naria de investigación que había en las oficinas. En una nevera, los guerreros encontra- ron las cabezas de unas treinta nutrias envueltas en papel de aluminio. Cuando la sala del laboratorio de mezclas alimentarias y la oficina de investigación estaban destruidas, escribieron mensajes con spray para Aulerich y para otros investigadores, incluido el de “VOLVEREMOS A POR LAS NUTRIAS”, refiriéndose a Alice, la única nutria presa superviviente de la experimentación, que vio atentamente cómo los guerreros del ALF atacaban la granja de pieles. Al salir del laboratorio por el techo, los dos guerreros entra- ron a la granja de visones y comenzaron a sacar todas las tarjetas de identificación de las jaulas, pero primero fueron a por dos visones azotados por la contaminación, todavía sanos. Tomaron “prestadas” dos jaulas y metieron allí separados a los visones para su viaje, camino a la libertad. La autopista estaba cerrada y con mucho tráfico, e impedía a los liberadores abrir las jaulas y soltar a los visones. La noche comenzó dando paso a la temprana luz del alba. Lo más duro fue dejar a otros cientos de visones, así como a huro- nes y a nutrias que sabíamos que pronto serían envenenados. Una horas más tarde, a orillas de un remoto lago, los dos visones fueron liberados y recibieron su última comi- da de manos de los humanos. Se les dio un conejo atropellado en la carretera y comida de gato rica en proteínas antes de que se les soltase en su hábitat nativo, donde desapa- recieron rápidamente por los matojos del lago. De vuelta a campus de MSU, en una hora, el fuego salía del Anthony Hall. Los 32 años de investigación animal de Richard Aulerich desaparecían por completo, así como más de diez años de investigación sin publicar de Karen Chou. Con este ataque final, los principales destinatarios y beneficiarios de la Mink Farmer Research Foundation fueron eliminados de forma efectiva y tuvieron que abandonar la industria de las granjas de pieles de EEUU, que luchaba como nunca para sobrevivir. Nunca antes el ALF había eliminado con tanto éxito el brazo de desarrollo e investigación de la industria del abuso animal y de la tierra como lo hizo con la MFRF. Con este título del ALF, con el que hacía una amenaza efectiva a la industria de investi- gación de abuso animal y de la tierra, los guerreros de todos los estados comenzaron a sentir la llegada de una ola de represión policial, además de un aceleramiento en las medidas de aplicación de las leyes y de la caza los renegados del ALF.
  
7.   A LA CAZA DE LOS GUERREROS DEL ALF

Era una fresca y brillante mañana de primavera en abril de 1992 en el Valle de Little Applegate, al Sur de Oregón, cuando ellos llegaron. Descendieron las crestas de las coli- nas y un helicóptero aterrizó sobre la gravilla de la carretera escoltado por cuatro vehí- culos con matrículas del gobierno. En ese momento, cuatro excitados agentes del ATF bajaron y corrieron hacia la puerta de una cabaña cercana. Sorprendieron a su única ocupante, una mujer de unos cuarenta y muchos años. En los coches aparcados había más agentes del ATF que controlaban la carretera. En busca de respuestas, los agentes revisaron la casa de la mujer e investigaron las premisas que tenían. Le dijeron a aque- lla asustada mujer que estaban buscando a Rod Coronado. Ella intervino y les dijo que se encontraban en el lugar equivocado, que esa persona vivía al otro lado del río en una cabaña escondida entre los árboles. Los agentes se acercaron hasta la otra parte lejana del río y encontraron la cabaña, que estaba completamente vacía, sólo había una pluma de halcón colgada en la puerta.

A quince millas de Ashland, las antiguas oficinas de la Coalition Against Fur Farms - CAFF (Coalición en contra de las Granjas de Pieles) eran el primer objetivo del acoso del FBI y del ATF. Después del ataque a la CAFF, su portavoz, Rod Coronado, comenzó a hablar en contra de los horrores de las granjas de pieles, justo después de haber com- pletado una investigación encubierta que había culminado con el rescate, rehabilitación y liberación de 60 visones, 4 gatos salvajes y 2 linces canadienses de una granja de pie- les en Montana. Para desgracia de Coronado y para la suerte de la policía, él fue el único activista que apareció ante las cámaras para apoyar la Operación Bite Back.

Los padres de Rod Coronado ya habían sido presionados desde 1991, con interroga- torios sobre el paradero de su hijo y acerca de si había organizado actividades ilegales desde su casa. Mientras tanto, los agentes del FBI habían llevado a cabo una orden de registro en la residencia de un antiguo miembro de PETA en Maryland, registrando cajas de papeles, mapas, material electrónico y otras cosas en las que el FBI relacionaba con ataques planeados por el ALF, así como recortes de prensa. Una semana antes de que se ejecutara el registro, un empleado de Federal Express (correos) dejó un paquete etique- tado con un número de cuenta caducado, y en las investigaciones también se descubrió que la dirección del remitente era falsa. El paquete estaba con la dirección de un antiguo miembro de PETA. Dentro había una cinta de video en la que aparecía la liberación de dos visones de la granja de pieles de experimentación de la MSU así como pruebas con cabezas de nutrias cortadas en el laboratorio. El paquete también contenía vídeos roba- dos, diapositivas, y discos del ordenador de la oficina de Richard Aurelich. Cuando el FBI asaltó la casa del remitiente del paquete, los agentes declararon haber descubierto una de las casas más seguras del ALF, además de detectores nocturnos de infrarrojos y planes suspendidos del ALF para liberar a los monos de Silver Spring, campaña por la que PETA había luchado para conseguir su liberación legal durante diez años.

En el permiso de registro del FBI había una lista descriptiva de materiales y disposi- tivos incendiarios que habían sido encontrados en la OSU y en la MSU. El FBI aseguró que, tal y como había detectado en el permiso de registro, Rod Coronado era el respon- sable del ataque del ALF a la WSU. En septiembre de 1991, un equipo compuesto por dos sospechosos miembros del ALF comenzó a circular, después de que los dos fuesen vistos dentro y cerca de Pullman (Washington), antes del ataque del ALF. Había una recom- pensa por su captura de 35.000 dólares y la convicción de que aquellos dos eran res- ponsables del ataque a los suministradores de la OSU y de la NW, además de los ataques a la WSU. Los Grandes Jurados Federales de Oregón, Washington y Michigan habían acordado unir sus evidencias para hacer acusaciones contra los miembros del ALF.

Los empleados de PETA que habían manejado los recortes de prensa relacionados con el ataque a la MSU fueron citados, así como los que aparecían en videos y fotos de PETA. También fue citado el periodista que había entrevistado a Coronado sobre la Operación Bite Back. Cuando Coronado se enteró de que el FBI quería interrogarle a él, decidió que era el momento de tomarse un descanso en su lucha anti-granjas de pieles, ya que no quería meterse en una larga y costosa batalla legal.

Por aquella época, en la primavera de 1992, otros voluntarios de la CAFF comenza- ron a ser acosados por agentes del FBI y del ATF. Poco después, un almacén de Coronado en Ashland fue asaltado por agentes del ATF, quienes clamaron haber encon- trado evidencias que le vinculaban con los ataques del ALF en Oregón y en Washington, así como otros intentos en Montana.

A través de escritos propios de Rod Corobnado, en los que apoyaba la Operación Bite Back, así como otras señales de presencia física, se empezó a construir un caso alrede- dor de él, al mismo tiempo que la agencia interna decidía meterse a la fuerza con el ALF y continuar las investigaciones con otros miembros del Frente. Las investigaciones del FBI relacionaban a Cororonado con la acción directa ilegal desde 1986, en el tiempo en que otra persona y él hundieron en Islandia dos barcos balleneros y destruyeron una planta de despiece de ballenas. Desde entonces, Coronado también había sido arrestado en Canadá por destruir peleterías. Después de saltarse las fianzas, abandonó aquel país y regresó a EE.UU, al lugar donde el ALF era más activo, en California.

En poco tiempo, otros activistas por la liberación animal en California fueron cita- dos. Uno de ellos era Jonathan Paul, un colega cercano a Rod Coronado y, que a su vez, era uno de los tres hombres que habían sido acusados en 1990 en Oregón, por su rela- ción con el ataque del ALF a la Universidad de Oregón en 1986. Jonathan Paul también era sospechoso de numerosas acciones del ALF en California, así como del derribo de las líneas de electricidad durante el Earth Day de 1990. Paul también había sido compañe- ro en las investigaciones de granjas de pieles que ayudaron a dirigir la Operación Bite Back. Fue sometido a fuertes presiones para que testificase en el Gran Jurado del esta- do de Washington, de forma que el gobierno de EEUU esperaba conseguir información que le condujese a otras acusaciones contra otros sospechosos guerreros del ALF. Cuando Paul alegó el Quinto Acto y se negó a testificar, se le concedió la inmunidad en el juicio; y cuando después todavía se negaba a testificar, fue encarcelado a causa de los cargos del Juzgado. 

Quienes creían que el encarcelamiento obligaría a Paul a testificar se equivocaban. Paul entró en la cárcel y permaneció seis meses con la boca cerrada. Su encarcelamiento fue considerado más como un castigo que como una obligación. En el tiempo en que Paul salió de la cárcel, el FBI se había centrado en Rick Scarce, el autor del libro “Eco-Warriors”, que contenía entrevistas a Rod Coronado y a otros miembros del ALF. Scarce era profesor en la WSU, y había entablado una amistad con Coronado, quien le había visitado alguna vez en su casa de Pullman. La compañera sentimental de Scarce fue citada por el Gran Jurado, donde respondió algunas preguntas sobre Coronado y sobre otros voluntarios de la CAFF.

Poco después del ataque del ATF a las cabañas de la CAFF en Oregón, los agentes de Customs, el FBI y el ATF intentaron de nuevo capturar a Coronado. En el Puerto de Santa Cruz, en California, el barco de Sea Shepherd para la protección de los mamíferos estaba preparado para partir para la campaña contra de la pesca de redes japonesas. Las autoridades norteamericanas, en medio de una fuerte tormenta, obligaron a parar los motores de la embarcación. El ATF, el FBI y los agentes Customs de EEUU registraron el barco de forma inútil. El Sea Shepherd sería de nuevo registrado en British Columbia por las autoridades canadienses, ayudadas por EEUU en su búsqueda de los fugitivos del ALF. Rod Coronado era un consumado voluntario de la embarcación, había sido visto en el barco antes de que éste partiese a Los Angeles rumbo a Santa Cruz. Más tarde, la gerente de la oficina del Sea Shepherd Marina del Rey sería acosada y citada por su sos- pechosa relación con Coronado. Ella había adquirido el coche de Coronado cuando toda- vía estaba en Los Angeles.

A raíz de la información incautada de la casa de Maryland de un antiguo empleado de PETA en el verano de 1992, el Gran Jurado decidió investigar en Luisiana las pautas del plan suspendido de atacar el Delta Regional Primate Facility de la Universidad de Tulane. A finales de 1992, cerca de treinta activistas habían sido citados, muchos de ellos para testificar sobre su conocimiento sobre ALF.

El colectivo “Friends of Animals” en Connecticut, que había financiado en cubierto la investigación de la CAFF sobre granjas de pieles en EEUU, cooperó totalmente con las autoridades. 1992 sería un año recordado como aquel en el que docenas de activistas alternativos, así como muchos más por la liberación animal y movimientos ecologistas radicales vivieron en sus propias carnes la represión que el FBI y el ATF estaba causan- do a aquellos que apoyaban la acción directa de los guerreros del ALF y del Earth First! A pesar de la intimidación, muchos activistas afectados por la tormenta no se dejaron amedrentar por los fascistas del gobierno norteamericano en la primavera del 93. Dos voluntarios de la CAFF se convirtieron en el objetivo del castigo federal. Deborah Stout y Kimberly Trimiew siguieron el camino a prisión de Jonathan Paul. Rick Scarce per- manecía en esos momentos en la cárcel de Spokane, Washington, por negarse a testifi- car acerca de su relación con el ALF y con Coronado.

No sólo los activistas fueron citados en el Gran Jurado, también llamaron a sus padres para declarar delante de la Inquisición. Mientras tanto, los gobiernos de los esta- dos y el congreso luchaban por sacar adelante una legislación adaptada para aquellos que saboteasen al ALF y a Earth First! No pasó mucho tiempo para que todos los esta- dos que fuesen visitados por el ALF tuviesen la “ley de protección de industrias anima- les”, según la cual cualquier ataque del ALF debía ser considerado directamente como un crimen castigado con grandes indemnizaciones y hasta diez años de prisión.

En julio de 1993, una acusación federal en el distrito Oeste de Michigan llamaba a Rod Coronado y le acusaba de incendio y de introducirse en la MSU. En pocos días, la cara de Coronado aparecía en la lista de “los más buscados” por el FBI, el ATF y la US Marshall. A pesar de que el congreso y las leyes señalaban al ALF como una fuerte y bien estructurada organización, las autoridades sólo podían construir el caso contra Coronado en relación con su historia y con la acción directa ilegal. A través de la táctica de cazar al pez pequeño para luego coger al grande, el gobierno de EEUU había planea- do la estratégica decisión de colocar todas las culpas sobre Coronado para que la evi- dencia surgiese y dirigiese las acusaciones hacia otros guerreros del ALF.

Una vez más, las fuerzas de destrucción que atentaban contra la Madre Tierra y con- tra sus hijos los animales habían puesto un precio a la cabeza del guerrero indígena que había luchado por defender los desiertos y la vida salvaje de los americanos nativos.

 8. EL ÚLTIMO MORDISCO
La mayoría de la gente pensará que con cuatro grandes jurados, el FBI, el ATF y las fuerzas policiales de la universidad investigando al ALF, además del estado y el conda- do, los guerreros se esconderían de la ley para siempre. El ALF se había escondido, pero no sólo de la ley.

El sol se ponía en un cálido día de otoño, mientras tres figuras se pasaban entre sí los prismáticos en una ladera de los bosques de Utah para observar el edificio de investiga- ción del Departamento de Control de Animales Dañiños para la Agricultura (ADC). El edificio estaba situado en Milville, justo al sur del campus de la Universidad de Utah en Logan. Este es el mayor lugar de vivisección de coyotes en EEUU. El objetivo no es sal- var vidas, sino acabar con ellas.

Durante 65 años, la ADC ha llevado a cabo una guerra contra la vida salvaje gracias al apoyo económico que recibe de los impuestos. En el Congreso de 1931, la ADC señala en su acta que “el Departamento de Agricultura está autorizado para fomentar los mejo- res métodos de exterminio, supresión o control, ..., en zonas públicas o privadas de lobos, pumas, coyotes, gatos salvajes, perros de pradera, etc. dañinos para la agricultu- ra o para animales de granja, para proteger al ganado y a otros animales domésticos”. Desde su origen, la ADC ha sido responsable del asesinato de cientos de miles de osos negros, pardos, de zorros rojos, vencejos, de lobos grises, pumas, gatos salvajes, linces, jaguares, visones, alces, antílopes, cabras salvajes, ciervos de rabo negro y blanco, búfa- los y coyotes.

Las tácticas incluyen cianuro sódico, cepos dentados, disparos aéreos, lazos estran- guladores, jaulas trampa, gaseamientos en madrigueras, lazos para patas y una multitud de venenos que suelen matar a miles de especies que no son el “objetivo”. Todo ello para el beneficio de la industria ganadera. El director de las investigaciones de la ADC sobre la erradicación de coyotes es Frederick Knowlton, y a su vez preside el Centro de Investigación de Depredadores en Millville, cuya oficina central está en la Universidad de Utah. El objetivo de las investigaciones de Knowlton es controlar las poblaciones mediante venenos, trampas y rastreos utilizando isótopos radioactivos. Knowlton ha empleado        sus últimos treinta años en contri- buir directamen- te con la muerte de decenas de miles de coyotes. En el libro de registro de coyo- tes de 1960, Knowlton descri- bía una cacería aérea en la que se mataron a dos coyotes        que intentaban huir. Después de bajar a tierra para reco-ger los cuerpos, Knowlton comenta que uno de ellos sólo tenía dos patas, ya que las otras dos habían sido seccionadas en cepos leghold. En las mentes y en el corazón del pueblo coyote existe un demonio, se llama Frederick Knowlton. La ADC ha ido dejando un ras- tro de destrucción ambiental y animal durante años. La misma destrucción de la que habían sido víctimas los indios nativos de América la estaba padeciendo la vida salvaje por culpa de la ADC.

Mientras la guerra contra las pieles se enfrentaba a las autoridades y a los granjeros en extrema alerta roja, en las Montañas Rocosas tenía lugar un consejo del ALF para debatir las siguientes campañas de guerrilla. Guerreros de tres células distintas ponían de manifiesto la necesidad de responder a la represión con un aumento de acciones en defensa de la vida salvaje, en lugar de esconderse. En el consejo, reunidos alrededor de la hoguera, se pasaron a la luz del fuego documentos que revelaban los experimentos de Knowlton. Por otro lado, con la policía federal por todas partes los ataques futuros debí- an llevarse a cabo rápidamente. Nuestro número ya era demasiado reducido como para arriesgar la pérdida de un solo guerrero. Mientras la luna llena se ponía sobre el campa- mento, cada guerrero expresaba su opinión sobre el camino hacia la guerra o la retirada.

Cuando todos habían hablado, una última voz recontó las generaciones de muerte y destrucción causadas por la ADC. Recordó también el impacto que ha producido sobre los pueblos animales que un día caminaron libres por estas tierras. Se escuchó el canto de un coyote en la distancia. El eco que produjo en los corazones de los guerreros les hizo estremecerse. Se había decidido que el camino a seguir iba a ser la guerra. Como dice un viejo refrán ingles del ALF, “la decisión es tan importante como los hechos”.

Al mes siguiente, los miembros del ALF se dispersaron en todas las direcciones para reclutar a guerreros dispuestos a participar en este ataque masivo. Mientras tanto, un grupo de activistas vestidos de camuflaje habían acampado en Utah, en las cercanías del edificio Predator Resarch Facility -PRF (Centro de Investigación de Depredadores), para pasar las noches observando los movimientos de estudiantes e investigadores. Durante una de las primeras noches escucharon un ruido que se acabó haciendo habitual. Cada noche, los coyotes salvajes de las montañas cercanas cantaban sus canciones nocturnas, la mayoría de los ochenta coyotes enjaulados les respondían al unísono con lamentos de corazones partidos. La primera vez que estos cantos penetraron en los corazones de los guerreros escondidos, lágrimas de rabia y tristeza nublaron la vista a través de los pris- máticos, mientras prometían vengarse por los coyotes que estaban muriendo en las jau- las de abajo.

En el campus de la Universidad de Utah, en Logan, unos guerreros que se hacían pasar por universitarios estudiaban la zona de la oficina de Knowlton, situada justo a 40 metros de la policía universitaria en un callejón sin salida. En octubre, los guerreros ya estaban preparados para el ataque. En un cañón alejado del centro de investigación se encontraban reunidos diez guerreros, cada uno con su informe nocturno. Cuatro lleva- ban sudaderas universitarias, mochilas y zapatillas de deporte, mientras que otros lleva- ban bragas militares, chaquetas de camuflaje y calzado y pantalones desechables de montaña. Los dos restantes llevaban trajes de vestir normales. Ellos eran los conducto- res.

Los guerreros se repartieron los mapas topográficos y de calles, metidos en bolsas herméticas impermeables, y cogieron suficiente dinero por si había que dividirse en caso de huída. Los conductores interceptaron las conversaciones de la policía. Además, todos los grupos estarían en contacto a través de walkie talkies, y las noticias serían transmiti- das entre los guerreros en caso de necesidad.

En el equipaje de un guerrero había líquido para quitar la silicona de los cristales y dispositivos incendiarios para la oficina de Knowlton. En el de otro había cizallas, alica- tes para cortar alambre y guantes gruesos para los muchos agujeros que tendrían que abrir en las vallas y en las jaulas de los coyotes. El guerrero encargado de vigilar llevaba unos prismáticos, un telescopio y un libro de astronomía, de modo que si era descubier- to diría que sólo estaba mirando las estrellas. Otro de los equipajes portaba otro dispo- sitivo incendiario, pequeñas linternas con lente roja y un juego de herramientas que se usaría para entrar al edificio de investigación de depredadores (PRF).

Había algo nuevo en esta acción. No era una acción ofensiva, sino defensiva. No sólo en beneficio de los coyotes, sino también en el de los guerreros. Nuestro movimiento estaba siendo atacado y la libertad animal y humana estaban en situación de riesgo. Esta acción era necesaria para demostrar a nuestros enemigos que el ALF no iba a retroceder.

Lejos de ahí, en la ciudad, el ATF y el FBI trabajaban vigorosamente a contra reloj para impedir la posible amenaza de una acción como la que iba a tener lugar. Las largas noches de reconocimiento habían hecho que los guerreros se sintiesen sentimentalmen- te vinculados a los coyotes enjaulados. Al aire libre, muchos de ellos habían nacido en la naturaleza y habían podido disfrutar de una libertad que el resto no había podido expe- rimentar. Cada noche los guerreros escuchaban sus llantos, y algunas veces podían ver coyotes a los que no se les alimentaba durante cuatro días, para forzarles así a tomar el alimento envenenado que les daban luego.

En la zona se podían ver reformas innecesarias que habían hecho para justificar los fondos que recibían. Si una agencia del gobierno no se gasta todos los fondos que se le asignan, al año siguiente se le asignará menos dinero. Un día se pudo ver a Knowlton en persona dirigiendo las obras, mientras los coyotes daban vueltas en círculo dentro de las jaulas cercanas a él.

Nuestro ataque se centraría en el edificio y en el recinto exterior, donde mantenían a más de cuarenta coyotes. Había otra zona con jaulas en las que había al menos cuaren- ta coyotes más, pero estaban demasiado cerca de la casa del vigilante nocturno. Quizá si no estuviesen en alerta debido a las últimas acciones del ALF el riesgo sería menor. Pero en estas circunstancias supondría poner en peligro toda la acción y su parte más impor- tante: la destrucción del edificio. En él, fácilmente podían volver a meter nuevos coyo- tes, así que no se podían correr demasiados riesgos.

En la mayoría de las acciones del ALF, los sentimientos de alegría suelen diluirse por la rabia y la frustración de tener que dejar animales atrás. Pero si nuestra acción acaba- ba bien, la destrucción del laboratorio, junto con las investigaciones del Knwolton se tra- duciría en innumerables vidas salvadas que iban a ser utilizadas para los experimentos de la ADC.

En el campus universitario también intentaríamos atacar la oficina de Knowlton, delante de las narices de la policía universitaria. La noche del 24 de octubre, dos ciclis- tas ataron sus bicicletas en el aparcamiento del campus y se dirigieron a la oficina de la policía, cerca del patio que daba a la oficina de Knowlton. En una de las mochilas había una radio conectada a un escáner con el que un tercer vigilante había interceptado la fre- cuencia de la policía. Se colocaron en una buena perspectiva de la sala policial, un acti- vista levantó el pulgar y el otro entró al patio sin salida y se dirigió a la ventana exterior de la oficina de Knowlton.

Después de ponerse un mono oscuro, el activista quitó el marco de aluminio de la ventana, apoyó el cristal sobre su cuerpo y utilizó la ventosa para quitarlo. En una misión previa de reconocimiento, un “estudiante” había golpeado el cristal con la suficiente

fuerza como para poder activar cualquier alarma que hubiese. Después se alejó esperan- do una respuesta. No la hubo. La ventana no tenía alarmas. Tras quitar el cristal , el acti- vista metió con cuidado su mochila y entró. Sacó de su mochila todo el material del dis- positivo incendiario y la llenó con discos y con documentos de Knowlton. Después amontonó cuadernos, libros y otros materiales combustibles en la mesa, donde estaba preparado el momento para activar el dispositivo. El guerrero colocó las pilas de nueve voltios, ajustó las piezas y observó que todo estaba correctamente. Echó una última mirada a la oficina de un hombre cuya carrera profesional estaba basada en el extermi- nio de una especie.

No se había recibido ninguna voz de alarma por la radio walkie talkie. Sólo treinta y cinco minutos después de haber entrado en la oficina el activista huía con los discos y otros documentos. Tras quitarse el mono, pasó por la posición del vigilante, a sólo trein- ta metros de la oficina de la policía. Los dos guerreros caminaron hacia sus bicicletas y con ellas desaparecieron en la noche.

Mientras, la oficina de Knowlton era visitada, seis guerreros avanzaban en fila india a través de un claro del bosque que llegaba hasta la valla del edificio de Investigación de Depredadores, también hacia donde estaban las jaulas con coyotes. El cielo estaba reple- to de estrellas. Mientras los guerreros se acercaban a la valla más lejana, el vigilante se dirigía a una cuesta, donde establecería contacto con otro vigilante en el vehículo que cogía y dejaba a los pasajeros. Después de subir la ladera, el vigilante podía observar todos los caminos que conducían a la ADC, así como la casa del trabajador que vivía ahí y las jaulas de los coyotes.Abajo, cinco guerreros esperaban a que el sexto acabase de abrir un agujero en la valla exterior para poder entrar. Una vez dentro, los guerreros se dividieron en dos grupos, uno liberaría a los coyotes mientras el otro saquearía el labo- ratorio.

Dos guerreros se acercaron al PRF. Tras saltar la última valla, los activistas estaban metidos hasta el fondo en el recinto de la ADC, y a un tiro de piedra de la ventana del trabajador que dormía allí. Se había hecho una prueba de alarma en una pequeña ven- tana de un baño para comprobar que era segura. Ahora los guerreros estaban ahí, qui- tando la estructura y el cristal.

Se hacía demasiado ruido para continuar en este punto, así que los guerreros estu- diaron otras vías de entrada más silenciosas. De pronto, como si se hubiesen puesto de acuerdo, los coyotes empezaron a aullar y a llorar, con un sonido lo suficientemente alto como para poder sacar el cristal del marco.

Al entrar allí, los guerreros se encontraron con docenas de calaveras de coyotes, cepos y carteles de “no dar de comer” fuera del baño del laboratorio. A gatas, un guerre- ro fue directo al centro estructural del laboratorio; mientras el otro reunía más discos del ordenador y diapositivas. Los dos guerreros podían haber pasado horas recogiendo documentos del centro, pero el tiempo no les sobraba. Después de que las cintras roba- das en Michigan fuesen recuperadas y se enviasen a lugares seguros, se decidió no sólo hacerse con la investigación del PRF, sino también destruirla.

Se colocó el dispositivo incendiario entre una pila de trampas, así como bocetos del escritorio y otros materiales de madera. Los guerreros activaron el dispositivo y salieron rápidamente del edificio. El dispositivo incendiario del PRF estaba programado para encenderse al mismo tiempo que el de la oficina de Knowlton.
Los dos guerreros regresaron en silencio a los corrales de los coyotes y se reagrupa- ron con los otros tres para hacer juntos los agujeros. Cada uno de los guerreros llevaba unas cizallas, y emocionados observaban cómo los coyotes se acercaban a la valla y exca-vaban al otro lado al tiempo que ellos la cortaban, sólo a pocos centímetros de los coyo- tes en un intento evidente de acelerar su liberación. Los coyotes salían del corral por los agujeros, rápidos en seguirse los unos a los otros para dirigirse hacia las montañas, donde podían escuchar a los otros coyotes que les llamaban.

Al tiempo que los cinco guerreros cortaba valla tras valla podía verse a grupos de dos o tres coyotes que escapaban del corral y corrían hacia la libertad. Cuando se vació el último corral, los guerreros regresaron en fila india hacia las colinas. En ese momento, se juntaron de nuevo con el vigilante en el punto que habían acordado reencontrarse para que el conductor les recogiese, así que los seis guerreros anduvieron silenciosa- mente hacia el mismo camino por el que habían entrado. El cielo estaba muy estrellado, se escuchaban los cantos de los coyotes que desaparecían por las montañas salvajes.

Con la primera luz del amanecer en el cielo nocturno, los dispositivos incendiarios se desencadenaban tanto en la oficina de Knwolton de la Universidad de Utah como en el PRF. En el campus, no había pasado mucho rato antes de que la policía se diese cuenta del humo que salía del Edificio de Recursos Naturales y apagase rápidamente el fuego, pero no sin dejar que años de investigación desapareciesen en el humo. El propio agua de los bomberos había causado muchos de estos daños. Al tiempo que en el campus los bomberos extinguían las llamas de la oficina de Knowlton, llegó la llamada del vigilante para informar de que el PRF estaba en llamas. Cuando los bomberos llegaron a la insta- lación más de la mitad del laboratorio estaba totalmente destruido. Una semana des- pués, se determinó que toda la estructura era insegura y el laboratorio se demolió por completo. En enero de 1993, Fred Knowlton todavía pedía a los comisionarios de Planificación del condado que le concediesen un edificio provisional para construir un nuevo laboratorio. Todas las investigaciones del Centro de Investigación sobre Predadores de la USDA habían llegado a su fin.
Para echar más leña al fuego, el ALF acusó a Knowlton de verter montones de cadá- veres de coyotes contaminados con elementos radioactivos en unos experimentos en Nuevo Méjico. Cuando él negó la acusación, el ALF facilitó un informe de investigación con la propia memoria que Knowlton había enviado a otro investigador, en la que admi- tía que no había obtenido el permiso necesario antes de enterrar los cadáveres, sujetos de sus investigaciones.

Mientras tanto, nunca se recuperarían los treinta y tres coyotes, y los investigadores fueron rápidos en expresar su preocupación por que estos animales no sobreviviesen en la naturaleza. Pero nosotros lo sabíamos mejor, ¿no? Escapando de las cámaras de tor- tura del laboratorio de Knowlton, aquella noche los coyotes fugitivos no verían a seis figuras bajar por el camino de la montaña, sino que verían a seis guerreros de los coyo- tes salvajes que no se habían olvidado de sus hermanos y hermanas de cuatro patas. Días después, en una remota y escondida hoguera de victoria ardían, al igual que lo había hecho la oficina de Knowlton, los discos del ordenador que el ALF había confisca- do de su laboratorio. Una vez más, el ALF había demostrado que lo que no había podi- do ser alcanzado durante años de protesta se había conseguido con un puñado de gue- rreros con corazones valientes. Ahora era el momento de esperar a que otros siguiesen nuestro camino.

9.  OPERACIÓN BITE BACK: EPÍLOGO

Después de las cenizas del PRF llegaron las represalias del FBI, así como los esfuer- zos de otros grupos de interés que organizaron los vivisectores y los granjeros para exi- gir un fin de los ataques del ALF sobre sus negocios. Dos semanas después del ataque en Utah, Jonathan Paul fue arrestado por desacato a cuatro cargos de no facilitar informa- ción a los Grandes Jurados Federales que ahora se habían convenido en Oregon, Washington, Michigan, Louisiana y Utah, todos a la caza de los guerreros del ALF.

Poco después de que Paul fuese puesto de nuevo en libertad, Rick Scarce ocupó su lugar. Cuando Scarce salió también con la boca cerrada, le siguieron Deb Stout y más tarde Kim Trimiew. Era el método con que los investigadores empleaban los procesos del Gran Jurado para intimidar a los activistas y para que diesen información sobre el ALF, ya que existían escasas evidencias físicas para acusar a otras personas aparte de Coronado.

Podía decirse que se estaba empleando al Gran Jurado para acosar a un movimien- to político, pero con ataques del ALF como la Operación Bite Back el gobierno federal podía legitimar su caza de brujas como investigaciones de “seria actividad criminal”. Las autoridades de EEUU comenzaron a cooperar con las autoridades canadienses que esta- ban llevando a cabo sus propias investigaciones del ALF, después de que 29 gatos hubie- sen sido rescatados de la Universidad de Alberta. Uno de los activistas que apoyó aquel ataque había testificado luego en contra del ALF, y pronto se emitió una orden de bús- queda y captura de David Bárbarash, un conocido y antiguo miembro del ALF, así como de Darren Thurston, otro activista del ALF. A principios de 1994, David Bárbarash fue capturado en Scotts Valley, California, cuando abandonaba la casa de Jonathan Paul. Paul, un conocido colega de Coronado, había estado bajo vigilancia federal desde que había salido de la cárcel. Bárbarash fue pronto extraditado a Canadá para enfrentarse a los cargos del ALF en Alberta. Pasaría alrededor de 20 meses en la cárcel por sus “crí- menes” de rescatar a gatos destinados a la muerte a manos de los vivisectores, como lo haría Darren Thurston.

Sería agradable creer que en 1993 y 1994 los guerreros del ALF fueron acogidos por gente de liberación animal y otros movimientos ecologistas radicales cuando el Gobierno Federal iba a su caza, pero ese no era el caso. Mediante el acoso, la presión y el encarce- lamiento de activistas inocentes el FBI llevó a cabo una exitosa cadena entre el ALF y sus anteriores seguidores. Muchos activistas estaban comrpobando las consecuencias de apoyar al ALF, y uno por uno se estaban volviendo inseguros y temerosos de ofrecer ayuda a los activistas del ALF que estaban en búsqueda y captura. Al igual que en las clá- sicas tácticas de división y conquista, el Gobierno de EEUU castigaba a los legítimos movimientos por la liberación animal y otras luchas, así como a activistas de Earth First! con la intención de, volver a toda esa gente en contra del ALF mediante esta táctica. Este método había tenido éxito con otros movimientos de resistencia en contra de las políti- cas estadounidenses. Sólo sería una cuestión de tiempo antes de que la presión ejercida sobre los seguidores del ALF, sobre los activistas y sus familias sacase a flote informa- ción que condujese al arresto de los guerreros del ALF.

 10.       LA CAPTURA DE ROD CORONADO

El 28 de septiembre de 1994, Martín Rubio estaba alimentando a sus animales en la Reserva India de los Pascua Yaqui, a las afueras de Tucson, Arizona, cuando un coche de policía de la tribu se detuvo en frente de su casa. Un oficial de raza caucásica se acercó a Rubio y le pidió que le acompañase para auxiliar a un halcón de cola roja que habían encontrado herido y que estaba en la estación de bomberos. Su petición no era extraña, ya que desde que Rubio había llegado a la reserva hacía dos años, había participado en muchos proyectos comunitarios y su compromiso con los animales era muy conocido. Al entrar en la estación de bomberos de la Reserva, unos doce agentes del FBI, del ATF y de US Marshals asaltaron a Rubio. Rod Coronado había sido capturado. Etiquetado como “armado y peligroso”, a pesar de que una investigación del ATF había revelado que no poseía ningún arma de fuego. Coronado había estado viviendo pacíficamente con la tribu de sus orígenes. Organizaba actividades para los jóvenes de su comunidad y parti- cipaba en la organización alternativa Student Environmental Action Coalition (Colectivo Estudiantil de Acción Ecologista) y en grupos por los derechos humanos, así como en proyectos para preservar la cultura de la tribu Pascua Y aqui.

Una llamada anónima permitió a la policía la captura de Coronado. Los dueños de granjas de pieles, taxidermistas, cazadores de caza mayor y vivisectores habían pagado 22.000 dólares al chivato. La libertad bajo fianza fue rechazada, y durante la primera semana de noviembre Coronado fue extraditado a Michigan para entrar en una doble acusación relacionada con la acción del ALF en la MSU. Sus propios escritos y entrevis- tas fueron las pruebas empleadas para acusar a Coronado, aparecidas en las noticias y en las que expresaba su apoyo a la Operación Bite Back. También se emplearon graba- ciones de sus conversaciones telefónicas y un recibo de la Federal Express, encontrados en una caja que había en la oficina del vivisector de la MSU, Aulerich, de la cual se habí- an robado documentos de investigación. Los análisis de escritura también apuntaban a que las palabras escritas en la etiqueta coincidían con la letra de Coronado.

A principios de diciembre, a Coronado se le concedió una fianza, después de una larga batalla judicial con los abogados de EEUU, el FBI y los agentes del ATF, en la que la acusación pedía que permaneciese detenido, basándose en el hecho de que era un fugitivo de alto riesgo y todavía fugitivo de la justicia por haber realizado acciones ilega- les en otros tres países, Canadá, Islandia y Dinamarca. Su fianza se fijó en la increíble cifra de 650.000 dólares. Justo antes de su puesta en libertad de la custodia federal, se le ofreció a Coronado un acuerdo por parte del fiscal en el que se le proponían los míni- mos cargos menores por un crimen de un máximo de 18 meses de sentencia. La condi- ción era aceptar testificar contra la persona que le envió a Michigan a actuar como parte del ALF para robar materiales. Coronado rechazó rotundamente la oferta y más tarde fue puesto en libertad bajo fianza. En un mes, se puso en marcha una acusación suplantada de siete cargos que le acusaban de organizar toda la campaña de la Operación Bite Back, a pesar de que el FBI y el ATF sabían que muchas otras personas habían participado. El acusador federal pensó que si todo el peso de la acusación caía sobre Coronado, proba- blemente se vería coaccionado a testificar para librarse de una condena de entre 10 y 12 años de cárcel si se demostraba su culpabilidad. Otra de las pruebas era un papel meca- nografiado hecho trizas que se había encontrado en el trastero de Coronado en Oregón y que, al reconstruirlo, se vio que era una petición de fondos para llevar a cabo ataques del ALF. Esta era la más incriminatoria. También se emplearon cintas con conversacio- nes telefónicas de Coronado que le situaban cerca de los lugares atacados durante los días de las acciones. Además, los investigadores federales habían descubierto las huellas dactilares de Coronado en un museo vacío del que se había robado un periódico de la Séptima Caballería del Campo de Batalla de Little Bighorn. Tras el robo, un comunica- do de prensa pedía la devolución de los objetos sagrados expuestos, y también se colocó en el museo un cartel que informaba de la perspectiva indígena del “Custers Last Stand”. La acusación amenazó con iniciar otro proceso con cargos separados en Montana. Los cargos también esperaban utilizar unas pruebas de ADN de la saliva de Coronado encon- trada en una colilla de cigarro que se había usado en un dispositivo incendiario – para retardar el incendio- que no había funcionado en la Fur Breeders Co-op (Cooperativa de criaderos de animales de pieles) en Sandy, Utah, en septiembre de 1991.

El caso judicial tendría lugar en el distrito Oeste de Michigan, lo que significaba que los miembros del jurado pertenecerían a las zonas de la periferia y agrícola, especial- mente a barrios de blancos acomodados. La acusación federal había decidido juzgar a Coronado en Michigan, lejos de la zona oeste de EEUU, donde se consideraba que los jurados eran demasiado liberales, y también lejos de Washington, donde el FBI y el ATF estaban siendo duramente criticados por haber asesinado en ese estado a Vicky Weaver y a su hijo, Ruby Ridge, en una redada llevada a cabo por los oficiales de ambos cuerpos.

El dilema de Coronado era que si iba a juicio tendría que dar al jurado una razón con- vincente de por qué había escrito una carta en la que pedían fondos para financiar ata- ques a granjas peleteras y por qué siempre estaba cerca de los lugares atacados por el ALF justo antes de las acciones, a la vez que afirmase y testificase, mintiendo descara- damente, que no era un miembro del ALF. También sabía que, sin duda, la acusación le iba a preguntar sobre su relación con otros activistas. Cualquier negación de hechos, conocidos ya por el FBI, podría costarle más cargos y perjurios, y además facilitaría información al Gobierno que podría ser utilizada para acusar a otras personas. Coronado siempre se sintió obligado a aceptar la responsabilidad de sus propias acciones. La his- toria de la resistencia indígena y el movimiento ecologista en EEUU habían enseñado a Coronado a no esperar nunca justicia por parte de un sistema judicial que favorecía a las grandes empresas y a la propiedad privada por encima del medioambiente, los animales y los indígenas. Un indígena americano, juzgado por un jurado cuyos componentes eran todos blancos, y que le juzgaban por delitos que se negaba a condenar, hacía casi seguro que la cárcel fuese su destino. Sin mencionar el riesgo de que llamasen a testificar a otros activistas, lo que supondría un cebo para conseguir información y que tendría como con- secuencia nuevas sentencias sobre gente sospechosa de pertenecer al ALF. Mientras tanto, la industria agrícola y biomédica pedía la cabeza de Coronado para que sirviese como advertencia para otros guerreros del ALF que permanecían en libertad. Los abo- gados de la acusación que llevaban el caso tenían como principal objetivo la condena de Coronado, olvidándose de los otros casos que tenían hasta que lo hubiesen conseguido. Fue en este momento cuando la acusación, una vez más, informó a Coronado de que si testificaba en contra de otros miembros del ALF recibiría una sentencia máxima de 18 meses, de la cual sólo tendría que cumplir 8 meses, y se olvidarían de todo. Coronado volvió a rechazar. En su lugar, empezó negociaciones con el fiscal para evitar ir a juicio. Estaba dispuesto a testificar sobre su propio papel en el ALF, pero se negaba a incrimi- nar a otros. En marzo de 1995 se firmó un acuerdo en el que Coronado se reconocía cul- pable de dos cargos, por incitar y participar en el incendio de la MSU, así como por reci- bir los materiales robados de la acción. También recibió un cargo por la destrucción y robo de una propiedad del Gobierno, el periódico de la Séptima Caballería. A cambio, fue absuelto de cualquier acusación federal de aquellos estados que estaban llevando a cabo investigaciones sobre el ALF y se acordó que nunca sería citado, preguntado o acusado por cargos relacionados con la Operación Bite Back. Una parte específica del pacto con- sistía en que no se le pediría testificar contra otros activistas.

Algunos activistas dentro del movimiento por la liberación animal no tardaron en criticar a Coronado por evitar ir a juicio, ya que esto podría dar mucha publicidad al ALF. Otros, incluidos muchos ingleses que apoyaba al ALF, creían que Coronado debía testi- ficar algo breve y sin comprometer a nadie, para así obtener una sentencia pequeña. A muchos les pareció fácil decir lo que Coronado debía hacer, pero pocos de nosotros podemos decir lo que haríamos en caso de enfrentarnos a una sentencia que podría cos- tarle hasta 12 años de prisión. No hay duda de que Coronado ha demostrado que es mucho más útil para la tierra y para los animales fuera de la cárcel que en ella. Cualquier persona que se disponga a criticar a Coronado debería preguntarse primero a sí mismo por qué no apoyaron al ALF durante la Operación Bite Back, por no hablar de por qué no participaron entonces o ahora en acciones del ALF. Muchos de los que pertenecíamos al ALF sabíamos que lo único que separaba al FBI del ATF era la falta de voluntad de Coronado para testificar sobre su papel con otros miembros del ALF. La razón por la que los abogados del Estado se habían centrado tanto en este caso no era porque pensasen que él era el responsable de la Operación Bite Back -había pruebas físicas que eviden- ciaban que él sólo era uno de los integrantes-, sino porque pensaban que Coronado esta- ba dispuesto a dar voz a un movimiento que en esos momentos amenazaba a las multi- billonarias industrias de la explotación animal y de la destrucción de la tierra, a través de unos medios sobre los cuales el Gobierno de EEUU no tenía ningún control.

El 2 de agosto de 1995, Coronado fue sentenciado a 57 meses en la Prisión Federal, frente a una sala del tribunal llena de vivisectores y agentes del FBI y del ATF, después de que el juez escuchase el devastador impacto que el ALF había tenido en el gremio de la experimentación animal. El juez comparó a Coronado con aquellos que habían hecho explotar las bombas en la ciudad de Oklahoma. A pesar de que conocía la “rehabilitación comprobada” de Coronado durante los dos años de servicio social en la Reserva Pascua Y aqui, el juez señaló que era necesaria una dura sentencia para que sirviese de ejemplo y de disuasión a aquellos dispuestos a romper las leyes por aquello en lo que creían. El juez se negó a concederle a Coronado una sentencia pequeña, basado en su propia idea de responsabilidad, por el hecho de que el acusado se negaba a cooperar con las fuerzas de aplicación de la ley. Este hecho en concreto supuso que Coronado tuviese que cum- plir 18 meses adicionales. Además de los cuatro años y medio de prisión, el juez ordenó a Coronado a pagar de inmediato 2,5 millones de dólares de indemnización a las vícti- mas de la Operación Bite Back. Para hacer todavía más daño, los abogados del estado le escribieron una carta a Coronado dos días después de la sentencia preguntándole por qué estaba dispuesto a proteger a miembros del movimiento por la Liberación Animal que ni siquiera le habían mostrado su apoyo en la sentencia. Las únicas personas que acudieron a la sala del tribunal para apoyarle fueron sus padres, miembros de la Tribu Pascua Yaqui y de People of Colour Caucus (Gente de Color Caucásico), perteneciente a la Student Environmental Action Coalition (Coalición Estudiantil de Acción Ecologista). Aun así, Coronado rechazó esta última oferta y hasta 1999 fue un prisionero de guerra del Gobierno de EEUU, el cual continuaba su guerra contra la naturaleza y los animales. El 2 de septiembre, Coronado se entregó a la Prisión Federal de Safford, Arizona, y se convirtió en el primer guerrero del ALF, en la historia de EEUU, en ser condenado a una Prisión Federal por llevar a cabo acciones en beneficio de la tierra y de los animales.

11. HASTA QUE LA ÚLTIMA GRANJA DE PIELES SEA REDUCIDA A CENIZAS...

En septiembre de 1995, los dueños de granjas de pieles y los agentes federales se regocijaron con el comienzo de una larga sentencia de cárcel para el conocido guerrero del ALF, Rod Coronado. Presumiendo de que la columna vertebral había sido desarticu- lada, los agentes del FBI y del ATF alardeaban de que, desde que Coronado había sido arrestado, el ALF había realizado muy pocas o ninguna acción contra la industria de las pieles.

Los detectives federales se habían marchado a Syracuse, Nueva York, para arrancar de raíz una célula del ALF que estaba creciendo allí. Tuvieron muy poco éxito con esa red local de jóvenes activistas comprometidos. El ATF había enviado un mensaje a través del abogado de Coronado en Michigan para informar de que las tácticas exitosas de la Coalition Against the Fur Trade -CAFT (Coalición en contra del negocio de las pieles) en Memphis, Tenesse, estaban bajo vigilancia. Su posición de compromiso total en la lucha contra el comercio de las pieles y su indudable apoyo al ALF la había convertido en el mismo tipo de amenaza que la Coalition Aganist Fur Farms (CAFF) de Coronado a prin- cipios de los noventa.

Al contrario que lo que el FBI hubiese deseado que la gente pensase, el ALF estaba de cualquier modo menos muerto. Como Fénix resucitado de sus cenizas, el ALF atacó cuatro granjas de pieles para liberar a zorros y visones de sus jaulas, en el invierno de 1995, temporada peletera en la que los animales son asesinados y despellejados. En octubre de 2004, 2.400 visones fueron liberados en la granja de visones de Dargatz, en Chilliwack, British Columbia. Los visones se marcharon a los bosques de los alrededo- res. Era la primera gran liberación en Norteamérica reclamada por el ALF. En menos de un mes, el ALF atacó de nuevo. Esta vez liberaron a 4.000 visones de la granja peletera de Rippin, en Aldergrove, British Columbia, a pesar de que, debido a la primera libera- ción, los granjeros de la zona habían contratado a una empresa de seguridad que patru- llase el lugar. Como todavía no habían terminado el trabajo para ayudar a sus iguales de Canadá, los guerreros del ALF americanos dieron el golpe a las afueras de Olimpia, Washington, con la liberación en esa misma semana de 200 visones de la granja de Clarence Jordan. Estos mismos guerreros eran perseguidos desde el año 91. A finales de 1995, también fueron liberados de sus jaulas 30 zorros de una granja de pieles de Tennesse.

Poco después de los ataques, la Canada Mink Breeders Association (Asociación de Criadores de Visones de Canadá) ofreció una recompensa de 50.000 dólares a aquella persona que diese alguna información que permitiese llevar a la cárcel a los activistas del ALF. Muchos de los visones liberados fueron recapturados, pero aun así varios centena- res lograron escapar. Los daños económicos causados en las granjas de pieles no sólo se miden por la pérdida de visones, sino también por la confusión causada cuando los sementales se mezclan con aquellos animales que van a ser asesinados y despellejados. Una vez que un visón ha salido de su jaula es casi imposible distinguirlo de los demás. De este modo, se pierden años de cría selectiva y el granjero tiene que empezar de nuevo a separar los visones que servirán para la cría, en función de las características de su pelaje y de la calidad de su piel. Además, los ataques se llevaron a cabo pocos días antes de que empezase la temporada de “despellejamiento”, una temporada decisiva para mantener o hundir una granja de pieles. Los granjeros aseguraron que los visones cria- dos en granjas tenían muy pocas posibilidades de sobrevivir en libertad, pero lo cierto es que prácticamente todas las poblaciones de visones de Islandia e Inglaterra proceden de visones escapados de granjas de pieles. También en América, en Escandinavia y en la Unión Soviética, las poblaciones de visones salvajes tienen su origen en visones que, por descuido, lograron escapar de las granjas. En el acto más puro de liberación animal y protección del medioambiente, los activistas de Norteamérica pueden golpear dura- mente la industria peletera al mismo tiempo que ayudan a reintroducir un depredador nativo, cuya población ha sido reducida, de nuevo en su hábitat natural.

El año 1996 comenzó con otra acción del ALF en la granja de Bob Zimbal, a las afue- ras de Seboygan, Wisconsin, esta vez con la liberación de 200 visones reproductores. Tras la acción de enero, justo antes de comenzar la temporada de la producción de piel de visón, la Comisión Peletera de EEUU subió la recompensa a 70.000 dólares para aquel que aportase información que permitiese encarcelar a activistas del ALF, tanto en Canadá como en EEUU. Sin sentirse intimidados por la nueva investigación internacio- nal sobre el ALF, ni por la recompensa de 70.000 dólares, los guerreros atacaron otra granja de visones en abril de 1996 y liberaron a 3.000 visones de sus jaulas, de los cua- les más de 1.000 consiguieron librarse de ser recapturados. Esta vez era la granja de pie- les de LW Bennet and Sons en Ontario County, Nueva York.

Desde el ataque, los granjeros de pieles afirmaron que el ALF les había llevado a estar al borde de la bancarrota y que iban a tener que despedir a varios trabajadores. La indus- tria peletera canadiense y estadounidense subió su recompensa hasta 100.000 dólares para capturar a gente del ALF, cinco veces mayor que la cantidad que se ofrecía para cap- turar a violadores, asesinos o pederastas. Pero la lucha continuaba. En junio de 1996, en el quinto aniversario de la Operación Bite Back, los guerreros del ALF volvieron a la Utah Fur Breeders Cooperative (Cooperativa de Criadores de Animales de Pieles en Utah) y liberaron a 75 visones que eran objeto de una investigación sobre nutrición en las insta- laciones de Sandy, Utah.

Conforme pasaron los años 90, el ALF continuó sin mostrar signos de debilidad, ya que cada vez se cansaban más de los medios reformistas, menos efectivos para terminar con esta industria tan cruel. Cuatrocientos años de muerte y destrucción ya eran sufi- cientes.

Actualmente quedan menos de 500 granjas de pieles en EEUU, y ahora, más que nunca, la acción directa del ALF es probablemente la táctica más efectiva para cerrar sus negocios. Lo que queda por ver es si los movimientos ecologistas y por la liberación ani- mal, alternativos y radicales, serán lo suficientemente valientes como para hacer frente a la represión policial, aquella que surge en los movimientos que han demostrado ser una amenaza de verdad para aquellas empresas que se lucran con la destrucción del pla- neta y de la vida salvaje que lo habita. Claramente, el mensaje que manda el ALF es el mismo que apareció en un comunicado por el ataque a la Granja de Experimentación de Pieles de la OSU hace cinco años.

 12.       ¡CORAZONES VALIENTES, ADELANTE!

Año 1996. Se considera un crimen liberar a animales de los laboratorios, de granjas de factoría, de granjas de pieles, de zoos y de rodeos. Castigos de hasta diez años de cár- cel, multas de hasta 100.000 dólares. Si coges un visón de una granja de pieles y los suel- tas para devolverlo a su hábitat natural, serás un terrorista con una recompensa de 100.000 dólares sobre tu cabeza. Bienvenido a un país en el que los políticos son com- prados y pagados para serlo, en el que los propósitos del Departamento de Justicia los deciden los dólares de las grandes empresas y compañías, de las mayores industrias estadounidenses, que son la alimentaria, la farmacéutica, la militar y la construcción. Son negocios cuya resistencia se basa en la destrucción de la tierra y la explotación ani- mal. La tierra, los animales y los humanos, todo son meras mercancías en este mundo “Libre”.

¡Guerreros! Ha llegado el momento de dar un paso adelante, sed valientes, actuad desde vuestros corazones y no permitáis que el miedo a lo que nuestros enemigos le pue- den hacer a nuestros cuerpos físicos nos detenga de hacer lo que sabemos que es lo correcto. Ha llegado el momento de que dejes de señalar con el dedo a los demás, criti- cando rápidamente los errores que cometen en su camino de lucha. Haced un cambio con vuestras propias vidas, no intentéis cambiar las de los demás. El verdadero cambio se produce desde dentro, no es algo que se puede alcanzar comprando camisetas o poniendo pegatinas en tu coche, el cual para funcionar destruye la capa de ozono y emplea gasolina testada en animales.

Difundir una idea está bien, pero es necesario que haya guerreros dispuestos a par- ticipar en esta batalla de defensa de lo que queda de la tierra y de los animales. El hecho de que hay mucho, poca o nada de justicia para la tierra y para los animales no debería sorprender a nadie que conozca la historia de EEUU. Aun así seguimos trabajando duro, con la esperanza de que lograremos raspar unas pobres migajas por medio de reformas legislativas o de la compasión de las corporaciones. La historia nos muestra que lo único que se ha conseguido con esto es que se le colocase un arnés al espíritu de resistencia, de modo que el consumo de productos “políticamente correctos” hiciese a nuestros enemi- gos más ricos y poderosos. Otorgar el poder a aquellos que se declaran líderes de nues- tros movimientos y que reciben altos salarios, al mismo tiempo que se comprometen con la tierra y con los animales a los que aseguran representar. Cuando nosotros, como gue- rreros, nos nombramos guardianes de todo aquello que es natural y libre, aceptamos la responsabilidad, la responsabilidad de actuar en beneficio de la tierra y de nuestros parientes no humanos como si se tratase de nuestra propia carne y sangre. No buscamos un vivisector con la amistosa aguja de una “muerte compasiva”. No medimos nuestras victorias en función de la extensión de las columnas sobre el movimiento que aparecen en la prensa, controlada por las corporaciones, sino por nuestro compromiso por asegu- rar que aquellos a los que rescatamos y aquello que defendemos sea protegido de nues- tros enemigos, poniendo nuestros propios cuerpos y nuestra propia libertad como escu- do si es necesario. No difamemos a aquellos que han sacrificado su liberad y han arries- gado sus vidas por el hecho de que sus ideas no coincidan con las nuestras. Nosotros tenemos un gran respeto, no sólo hacia nuestra Madre Tierra y a sus Animales, sino tam- bién entre nosotros. Somos guerreros. La retaguardia que debe defender a los débiles, a los enfermos y a los sin voz, a aquellos que no pueden defenderse por sí mismos del dia- blo en el que muchos humanos se han convertido. Somos pocos, y no podemos permi- tirnos la división por las ideas cuando todos estamos dispuestos a arriesgar nuestras vidas y libertad por la tierra y por los animales. Al igual que las naciones indígenas de esta tierra, que a menudo lucharon en conjunto, lo mismo ocurrió cuando la amenaza contra la tierra se situó sobre nosotros. Debemos dejar a un lado nuestras diferencias y concentrarnos en el enemigo común que compartimos. Igual que muchas tribus, que eran distintas unas de otras, pero que, sin embargo, todas tenían en común una gran reverencia y respeto por la madre tierra, también nosotros debemos reconocer nuestras diferencias y elegir cuidadosamente con quién queremos vivir y luchar. Del mismo modo, también debemos unirnos en una fuerza poderosa e ingobernable cuando el ene- migo está frente a nosotros y presenciamos el crimen de la explotación animal y la des- trucción de la tierra. Nuestras órdenes provienen de nuestra creadora, y necesitamos encontrar soluciones a los problemas que nos dividen, y unirnos para conseguir las vic- torias en las que todos creemos.

Debemos ser conscientes de que vivimos en un estado en el que reina una ley mate- rial en donde la información está controlada, hasta tal punto que probablemente nunca lograremos recibir el apoyo que nos gustaría para proteger al medioambiente y a los ani- males, lo cual, en definitiva, beneficia a todas las vidas. Por este motivo no debemos derrumbarnos al ver que, el mero hecho de luchar por asegurarle un buen estado de salud al planeta tierra que sustenta la vida, sea visto por los poderes gubernamentales como actos terroristas. Pero, recordad, lo que nos separa a nosotros de nuestros enemi- gos es nuestra reverencia a la vida. Toda la vida. Incluso las vidas de nuestros enemigos. Destruir las máquinas de destrucción antes que a aquellos que las manejan debe per- manecer como objetivo principal. Eso y rescatar a las víctimas de la destrucción, para garantizarles seguridad y refugio. Si hacemos esto, nuestro poder de la tierra nunca nos abandonará, y el espíritu del amor y la compasión regresarán a la faz de la tierra.

Debemos recordar que la batalla en beneficio de la Madre Tierra y sus animales está relacionado con el amor. Ya hay bastante odio en el mundo generado por nuestra oposi- ción. El hecho de perpetuar más violencia para defender nuestra causa sólo reduce el nivel cruel de nuestros enemigos. Sé que es duro cuando las cosas que vemos pueden ser tan crueles e insensibles, pero cuando nos motivamos con las oscuras fuerzas del odio damos un paso para convertirnos sólo en otra facción política que justifica la violencia para conseguir sus objetivos. Como dijo en una ocasión el revolucionario Ché Guevara: “Permitidme decir, con el riesgo de que suene ridículo, que el verdadero revolucionario está motivado por un inmenso sentimiento de amor”.
Alguna gente en los movimientos ecologistas y por la Liberación animal creen que para conseguir nuestros objetivos debemos presentar nuestras ideas de tal manera que apelen a una sociedad mayoritaria, de forma que con el apoyo público podamos conse- guir cambios e influir sobre nuestros representantes políticos para que no se nos vea como una amenaza, sino como los precursores de una nueva era. Esta gente dirá que incendiar laboratorios es contraproducente para su imagen, igual que destruir cintas con investigaciones animales, y todo aquello que el ALF y otros grupos radicales de acción directa hacen. De esta manera están poniendo en peligro todo lo que se ha conseguido por el medioambiente y por los animales a través de medios legítimos. Lo decimos, con- vencidos.

¿Por qué aceptar jaulas más grandes y más limpias para animales de laboratorio o la conservación del Lobo, el Oso Pardo o el Cóndor con “ poblaciones experimentales no necesarias”? * Poblaciones experimentales no esenciales, es la definición legal para los animales que se reintroducen y que están libres de la protección de Especies en Peligro de Extinción. Esta definición incluye a todos los miembros de especies reintroducidas, incluidas las antiguas especies salvajes no clasificadas. Esta definición permite matar a estas especies sin el castigo que se aplica por matar a especies catalogadas como en peli- gro de extinción, aunque aun así lo sean. Un ejemplo es Jay York de Meeteetse, en Wyoming, quien disparó a un lobo “federalmente protegido” el 30 de marzo de 1996, se le declaró culpable y se le impuso una multa de 500 dólares sin ninguna pena de cárcel. Nosotros pedimos simplemente la abolición total de la vivisección y la completa protec- ción de hasta el último animal de la naturaleza en su hábitat. Si, es radical quemar un laboratorio, pero el ALF responde a situaciones extremas. No intensificamos la guerra contra la naturaleza, el enemigo lo hace, y nosotros estamos aquí para impedirlo. Lo que sí es extremo es lo que las fuerzas gubernamentales han hecho en este continente sobre las naciones pacíficas de aquellos que llaman animales, y en las que la humanidad vivió en armonía durante miles de años antes de la Conquista Europea.

13.       CARTA DE ROD CORONADO

El 3 de marzo de 1995 fui acusado de incitar y participar en un incendio en la Michigan State University, que destruyó 32 años de investigación dedicada a beneficiar a la industria de las granjas de pieles. El Animal Liberation Front – Frente de Liberación Animal (ALF) reivindicó el ataque, los siete ataques en una serie de acciones titulada “Operación Bite Back”, que se centró en las granjas de pieles y en las univer- sidades comprometidas con los contribuyentes que, conjun- tamente, apoyaban la experimentación promovida por el negocio de las pieles. También fui juzgado por un cargo de
Rod Coronado

robo de una propiedad del Gobierno de EEUU, un periódico perteneciente al Oficial de la 7ª Caballería, asesinado en Little Bighorn, cerca de Crow Agency, Montana, en 1876. Esta negociada petición de acuerdo fue el resultado de siete años de investigación del FBI en mis actividades, y el Gobierno Federal continuó cen- trándose en activistas indígenas que afirmaban su soberanía y continuaban con su lucha por la supervivencia cultural. Esto también fue la culminación de nueve Grandes Jurados Federales que habían durado alrededor de tres años, citaron a cerca de sesenta activistas políticos, encarcelaron a cuatro de ellos durante seis meses, y acosaron e inti- midaron a incontables personas en la caza de miembros del Frente de Liberación Animal. A cambio de los alegatos de culpabilidad, el Gobierno de EEUU prometió no buscar más acusaciones contra mí en los restantes distritos que investigaban al ALF, además de no citarme para testificar contra otros sospechosos de realizar actividades del ALF. El precio que pagué por no testificar en contra de mis compatriotas fue una sen- tencia de entre tres y cuatro años de prisión. Antes de la petición de acuerdo, yo fui el único acusado en siete cargos que alegaban que yo era el responsable de un esfuerzo coordinado por toda la nación para acabar con el desarrollo y la experimentación de las granjas de pieles. Con un compromiso de por vida para proteger a la tierra que hay detrás y delante de mí, debo elegir cuidadosamente las batallas en las que lucho, y las arenas en las que combatir. Al igual que la mayoría de gente indígena, soy incapaz de unirme a los recursos ilimitados que tiene el Gobierno de EEUU en sus esfuerzos para encarcelarme, y tampoco soy capaz de defenderme a mí mismo adecuadamente con unas leyes que criminalizan la preservación de nuestra sagrada madre tierra.

Esto es sólo el último intento del Gobierno de EEUU de demostrar qué les ocurre a aquellos que no se limitan a la protesta legal. En un tiempo en el que la destrucción eco- lógica y cultural es algo común y entra dentro de la legalidad, a veces se hace necesario adherirse a las leyes más elevadas de la naturaleza y de la moralidad en lugar de perma- necer callados y presenciar la destrucción de nuestra tierra y nuestra gente. Creo que esta es la obligación del guerrero de la tierra para no avergonzarse nunca de las acciones propias de cada uno, para honrar a la sagrada tradición de la resistencia indígena. Por eso, acepto toda la responsabilidad de mis acciones y me siento agradecido de haber tenido el honor de servir como un miembro del ALF, como su portavoz y su partidario.

Con un récord de alrededor de 300 rescates y acciones por la liberación animal en EEUU, sin daños o pérdidas de vidas, y miles de vidas apartadas de los horrores de la vivisección y de las granjas de pieles, están conmigo las mujeres y los hombres del ALF, algunos de los guerreros no violentos más respetados en la lucha por salvar nuestro pla- neta. Mi papel en el ataque a la MSU fue de no participante, fue de actuar como un con-ducto para la verdad escondida detrás de la cerradura de las puertas del laboratorio. Mientras, en Ann Arbor, Michigan, cuando esperaba instrucciones recibí una llamada de un miembro del ALF anónimo que detallaba el ataque para hacer un comunicado de prensa. Más tarde, recibí material de investigación y evidencias incautadas durante el ataque. Estos documentos habrían mostrado a contribuyentes que subvencionaban la investigación y beneficiaban a la industria de las granjas de pieles, y experimentos en los que visones y nutrias eran alimentados a la fuerza con toxinas y otros contaminantes hasta que tuviesen convulsiones y muriesen desangrados.

Junto con estos documentos había una cinta de video de las estrechas e insalubres condiciones que soportaban los visones y las nutrias en los laboratorios de investigación de la MSU. Mi deseo de hacer pública esta información era mucho mayor que mi deseo de protegerme a mí mismo de las rabiosas investigaciones del FBI y del ATF. Diecisiete meses después, fui acusado por el Gran Jurado de Michigan, basado en esta prueba.

A principios de febrero de 1992, estaba en el río Little Bighorn, en Montana. Me vino a la cabeza la infame batalla, me conmocionó el único monumento que yo conozco sobre este hecho que glorifica a los que perdieron. Para mayor desgracia de los guerreros que perdieron su vida por defender a su familia y a su tierra, el monumento muestra una cara de la conquista de las Grandes Llanuras de las gentes indígenas por el ejército de EEUU. La verdad cuenta que George Armstrong Custer y su Séptima Caballería eran una fuer- za de ocupación ilegal que traspasaba y violaba claramente el Tratado de Fort Larmie de 1868 para atacar los pacíficos campamentos no combatientes en el corazón de la Nación Lakota. El robo del periódico de Cavalryman es un recordatorio del descontento indíge- na respecto al trato de la herencia y de la cultura indígena por parte del Gobierno de EEUU.

Durante los últimos once años me he situado entre el cazador y la presa, el vivisector y la víctima, los animales de piel y el peletero, el ballenero y la ballena. Esta es mi gente, y mi lugar. Es para ellos para los que yo debo mi vida. He decidido continuar la época de tradición honrada de resistencia a las fuerzas invasoras que están devastando nuestras casas y nuestra gente. Muchas personas han sido torturadas, asesinadas y encarceladas en este camino de guerreros, todavía debemos continuar y permanecer fuertes contra la tiranía que ha azotado a este continente durante los últimos 503 años. Como guerreros debemos aceptar que la prisión espera a aquellos que están dispuestos a comprometer- se con la tierra y con su gente, cuando elegimos permanecer fieles a los compañeros gue- rreros cuya identidad permanece anónima. Todos somos Subcomandante Marcos, Crazy Horse y el ALF. Jamás debemos olvidar que para conseguir la paz y la liberación por la que nos esforzamos, debe haber sacrificio. Desgraciadamente, la historia nos cuenta que casi siempre somos nosotros los que debemos sacrificarnos. Esta no será la primera vez que un indígena vaya a prisión por mantener su obligación de proteger nuestra cultura, nuestra tierra y nuestra gente, y sobre todo, definitivamente, no será la última vez. Digo adiós de todo corazón a mi tierra madre por un tiempo para entrar en las prisiones de acero y hormigón que el Gobierno de EEUU reserva para sus ciudadanos descontentos. Esos son los premios que esperan a aquellos que dan sus vidas y su libertad para evitar la destrucción del más precioso planeta en el universo, nuestro sistema de apoyo de vida, nuestra querida tierra madre.
Para aquellos que habéis luchado a mi lado, siempre seréis mis amigos y mi familia, y por eso dejaré aquello que más amo, mi libertad. Afrontaré la prisión antes que decir una sola palabra en contra de aquellos que se encuentran en las líneas de frente de la batalla por proteger la tierra. Nuestra amistad es sagrada, y rezo por vuestra propia libertad, para que podáis extender vuestro amor a través de la acción que continúa res- catando a todo aquello que permanece salvaje. ¡No os rindáis nunca!Aunque puede que no volvamos a vernos de nuevo en las trincheras de la lucha por la liberación animal y de la tierra mediante la acción directa ilegal, siempre os tendré lo más cerca de mi corazón. Amigos míos, sed pacientes. No he olvidado a aquellos que todavía están detrás de los barrotes, a aquellos en las trampas y en los puntos de mira del orgullo y la ignorancia del hombre. Es el momento de que entregue mi papel de “héroe” de los movimiento ecologistas y por liberación animal a otros cuyos rostros toda- vía no son conocidos. Te doy a ti la responsabilidad de cuidar y proteger lo que queda de las naciones destruidas de los otros a los que llamamos animales. En vuestras manos está el futuro de siglos de vieja lucha, debéis encontrar héroes en vosotros mismos. Ahora debéis afrontar riesgos, en lugar de aplaudir a aquellos que han comenzado antes que vosotros. Con un corazón fuerte, el espíritu de la tierra, que es nuestra mejor fuer- za, nunca os abandonará. Llevad bien su espíritu, y rociaos con su belleza cuando nece- sitéis fuerza verdadera. Yo he sido devuelto a casa por mi gente, la Nación Y aqui, y es por ellos por lo que ahora vuelvo para satisfacer a los espíritus inquietos de mis abuelas, a cuyos llantos debo responder.

A veces, cuando somos guerreros, nos fuerzan a hacer cosas que no nos gusta hacer. En esta tierra en la que yo vivo ahora, donde fueron enterrados mis antepasados, el Gran guerrero Jerónimo encontró a veces necesario entregarse al Enemigo para reclutar a jóvenes guerreros para futuras batallas. Somos gente paciente. Nunca olvidéis la belleza, la magia, el amor y la vida por la que todos luchamos tan duro para protegerla, y por la que otros han dado tanto para defender. Nuestro miedo y nuestra tristeza es muy real, pero así es nuestra felicidad y nuestra alegría cuando presenciamos la llegada de la pri- mavera. Siempre estaré a vuestro lado, y siempre encontraréis cobijo en mi casa. Os quiero a todos, y en vosotros deposito las esperanzas para hacer renacer y reavivar nues- tras relaciones sagradas con todos los animales, la gente y la creación. Para siempre en vuestro honor Y al Servicio de la Tierra Rod Coronado Imagen de la tribu Pascua Yaqui en 1938.

14.       HITORIA DE LA NACIÓN DE LOS COYOTES

Hey, ¿eres tú?, ¿sentado en la colina mirándonos esta noche? ¿Has venido para sacarnos de aquí? Te hemos estado esperando. Llorando todas las noches.

Intentando decirte que esperábamos que vinieses.

¿Has oído... lo que están haciendo aquí con nosotros? Escucha, 140 coyotes llorando de dolor. Cada uno con su propia historia de separación, sufrimiento, tortura y muerte.

Escucha, están intentando decirte lo suficiente como para romperte el corazón. Todo es verdad.

Hermano. Tienes que sacarnos de aquí.

Guerrero, escucha en caso de que estés cuestionando tu próximo movimiento. Aquí nos privan del alimento, luego nos alimentan con ovejas, ovejas con veneno radioactivo.

Y observan cómo morimos. Introducen nuestro dolor en un ordenador para estudiar- lo.

Hermana guerrera, escucha en caso de que aun no etés decidida. Nos aparean para tener cachorros, luego nos los roban, los mutilan, los envenenan, nunca más volvemos a verlos. Sólo a veces les escuchamos, sólo son niños. Ellos nos abren, cogen nuestros úteros, nos envenenan, nos ven morir, ven si todavía podemos tener cachorros. Y cuando ya han terminado con nosotros, vierten nuestros cuerpos en tumbas tóxicas masivas.

Mujer-relámpago, hermana mía, sácanos.

Hombre trueno, hermano, véngate de nosotros.

Somos Coyotes, y nuestra medicina es fuerte, incluso ahora. Tú y yo, somos iguales. Tú guerrero Coyote, nosotros Coyotes. Sanadores de espíritu. Este es nuestro camino, siempre salvaje, nunca morir. La mañana ha llegado y tú te vas, nuestros corazones están tristes, y te lloramos. Pero escuchamos tu promesa de que volverás.

Hey, ¡Eres tú de nuevo! ¡Has vuelto!

Esta vez estás alto, orgulloso, con el corazón valiente, directo cuando vas por el cami- no.

No vienes a mirar. ¡A actuar!

Te vemos ahí, cortando la valla con las herramientas. Cuando te acercas, nosotros cantamos, coyotes con dolor, coyotes excitados. Estamos enfermos, y nuestra tribu está destrozada, pero esta noche algo será libre. Nosotros aullamos. Un corazón junto a ti, para dar fuerza a nuestra debilidad, amor a los que se quedaron atrás, corazones rotos, llorando de pena. Corre Coyote. Directo a las colinas. Corre y sé libre. Sé un Coyote de nuevo. No mires atrás. Escuchamos a tu guerrero llorar, tú eres fuerte, y utilizas bien nuestra medicina. Tú tomas nuestro corazón, nosotros tomamos el tuyo. Todavía hay algunos que son nuestros hermanos, hermanas, soldados estrella. Quizá nosotros lo haremos... al menos algo.

Guerreros Coyotes, ¿dónde estáis esta noche?

Hoy vimos el laboratorio quemado. Aquel que esconde nuestras torturas. Vimos las llamas cuando el sol se ponía, danzamos y cantamos como Coyotes de nuevo.

Ahora debemos correr, y tú también. Pero para siempre, nuestros corazones deben ser uno solo.
¡Hey, Guerreros Coyote! ¿Dónde estáis? Os hemos estado buscando. Os necesitamos. Os esperamos en los desiertos, en las montañas, en las llanuras, en nuestro hogar.

Vosotros, Guerreros Coyote, también pertenecéis aquí. Nacidos para los humanos, todavía viviendo entre ellos, en sus locas ciudades. Ahora es el momento de que os marchéis. Venid a casa. Hay mucho que hacer. 

Muchos de nuestros salvajes están en prisión, ¿os acordáis? Siendo torturados, asesinados y destruidos. 

Nunca olvidamos. Vuestra es la lucha, esta lucha del perro soldado. ¡Conservad nuestros espíritus sal- vajes vivos!
Aro salvaje fuerte, nunca se rompió.

Y tu casa está aquí, entre nosotros, tus hermanas y hermanos salvajes. Tenemos mucho que enseñarte, recordarte nuestro poder. Venid a casa, Guerreros Coyote. Es la hora de rehacer la telaraña, la tribu para cada uno, todo para la Tierra Madre.

Haz tu hoguera, y allí cantaremos para ti. Recuerda los días de hace mucho tiempo, cuando todos éramos uno. La medicina Coyotes es tu fuerza. Los espíritus de la tierra son fuertes, y están listos para ayudarte... si tú escuchas. Sociedades Guerreras, ahora es el momento. Encuentra a cada uno. Vuelve a casa. Sólo deberías estar entre el enemigo para atacar.

Todos vosotros, Guerreros, conservadores del sueño, no dejéis a ellos que os tengan. No os desaniméis.
¿Qué te hace pensar que no tienes que esconderte? Debemos hacerlo. Tenemos medicina de Coyote para ayudarte a permanecer libre. Recuerda cómo es vivir.

Salvajes. Orgullosos. Juntos. Libres.

Preparaos, guerreros de la tierra.

El estafador se acerca.

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